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Mostrando entradas de diciembre, 2008

Homófobo y católico

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Mi mujer y yo estuvimos en proceso de adopción. Fue hace 7 años, antes de que naciera nuestra pequeña. Tomamos la decisión de iniciar una paternidad adoptiva, en paralelo con el deseo, la voluntad y la obligación moral, como católicos, de ser también padres biológicos. Fue en la comunidad de Madrid. El proceso fue largo, tedioso y lleno de contratiempos y dificultades. Obligó a exámenes psicológicos, a ruedas de una especie de terapia colectiva, a " desnudarse" moralmente ante una serie de profesionales, con la intención -según nos hicieron saber- de verificar nuestra capacidad de ofrecer al hijo adotivo, el entorno emocional y de seguridad que toda criatura requiere. Reconozco que entonces me sentí invadido hasta lo más profundo de mi ser, que yo, padre de tres hijas más entonces, y una pequeña después, no entendía que hubiera que capacitarse como padre adoptivo, cuando no había que hacerlo como padre biológico. Nadie expedía un carné de padre responsable y, de hecho, así no

¿Dónde están ustedes? (o pecunia non olet)

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Sí, sí, usted, señor Rajoy, incluso doña Rosa Díez: ¿Dónde están ustedes? ¿Dónde, Cándido Méndez?, ¿y el disputado voto del Señor Cayo?, ¿Dónde carajo están el señor Fidalgo y los líderes socialistas decentes, si es que queda alguno que cumpla con las dos premisas: socialista y decente? ¿No se han enterado? ¿No saben lo que los nuevos y nuevas próceres y próceras patrios y patrias, los de la nueva esclavitud, los de las diversas leyes y leyos de igualdad están modificando la legislación vigente a golpe de calcetín? ¿No saben que además nos están tomando el pelo a todos, a ver si, como somos idiotas, no hay nadie que se de cuenta y aguantan el tirón un par de añitos más? Sí , hombre sí. ¡Que nos están robando, señores, que nos están robando! Claro que a lo mejor es porque creen ustedes que se trata de medidas sociales para compensar el gran atraco, el gran desfalco, la gran ruina nacional de financiar – en opaco, como todo lo que hacen – a la gran banca y – sobre todo – a las nacioanali

¡Fuego, movimiento y choque! ¡In-fan-te-rí-a!

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Hubo un tiempo en que la Inmaculada Concepción, la Reina entre las reinas, la Señora entre las señoras, la Madre entre las madres, era el día en que se celebraba el día de la madre. No le debió venir bien a El Corte Inglés, que es el que planifica los calendarios de festejos, quizá por la acumulación de fiestas consecutivas con derecho a regalo y la fiesta se trasladó al primer domingo de mayo – el mes de las flores, eso sí – aunque nunca he sabido muy bien por qué, excepto para regular un poco mejor las tendencias comerciales de los españolitos y repartir durante todo el año el afán de consumo que tanto – no obstante – va a sufrir este año con lo de haber tenido que cerrar el cinturón hasta el último agujero. Hubo un tiempo en que la Purísima se celebraba por todo lo alto pues, no en vano, era la Virgen Madre la elegida por la Infantería Española para convertirla en su patrona. Claro que en aquellos tiempos y en otros que no son hoy, todo tenía sentido, pues eran las madres las que en

Ramírez y sus inclinaciones

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Desde hace un par de años soy motero. Urbano, pero motero. Los de las motos rápidas y estilizadas, los de las "turing", los de las de "trial", los de las "custom" y todos los demás se ríen de nosotros, nos señalan con el dedo, dicen que nuestras motos son automáticas y que... ¡vamos que no son motos! Somos los de las "maxi-scooters". Pero yo sólo le encuentro ventajas. Cierto es que soporto las inclemencias del tiempo y empeoro en carrocería, pero he ganado tiempo, he mejorado mi humor y bajado mis costes. Pero lo más importante: con el casco puesto, ¡me ahorro las tertulias radiofónicas de esa panda de pedantes derechoides entre los que destacan Losantos y, cómo no, Ramírez y "nuestro periódico". Ayer, sin embargo, el frío me pudo y decidí volver a casa, desde mi despacho - ya tarde - en coche, dejándo la moto en el garaje. El primer aviso no se hizo esperar: la desesperante tertulia de los economistas, con César Vidal, seguía tan cer