CARTA ABIERTA DE UN FASCISTA AL PRESIDENTE EN FUNCIONES JOSE Mª AZNAR

Señor Presidente en funciones:
Soy un fascista. Sí, un fascista. Comprendo que pueda no proporcionarle mucho esta información, toda vez que con este término se designa habitualmente a Bush, a ETA, a usted y sus correligionarios, a HB, a Arnaldo Otegui, a los movimientos totalitarios de cualquier signo, a Sadam Husein, a Osama Bin Laden, a Silvio Berlusconi, a Jean Marie Le Pen, a Haider, a Fidel Castro, a Umberto Bosi, a los Ultras Sur, a los Boisos Nois, a Federico Jimenez Losantos y a la encarnación del mal, sea cual sea su procedencia. Se designa a todos, menos a los fascistas; a aquellos que hemos optado por una opción política, tan digna por lo menos como la suya, y desde luego mucho más digna que las representadas por personajes del corte y catadura moral de Gaspar Llamazares - heredero inmediato del comunismo más descerebrado - Josu Jon Imaz, Pepe Rey, Pepe Pérez Carod Rovira y un largo etc. que, sin embargo, ustedes bautizan como demócratas y, por lo tanto, como portadores de valores mucho más eternos que los que describiera La Falange en su ideario.
No es que me importe que me llamen fascista - lo aclaro para que no queden dudas una vez le haya dicho lo que le tengo que decir – aunque preferiría que me llamaran falangista, nacionalista español, nacional-sindicalista o aliancista, que es mucho más preciso, pero si con la afirmación de fascista, usted se aclara y me identifica políticamente, me sirve la acepción.
Desde el primer día que a usted se le ocurrió la desgraciada idea de acompañar a Bush en su loca aventura bélica me opuse, como mi formación política, a la intervención militar y el alineamiento americano. Bien sabe Dios que no por estúpido antibelicismo pacifista e ignorante, sino porque su guerra era – es – manifiestamente injusta, desproporcionada e inútil.
Tomada la decisión nada fácil y seguro que equivocada de participar en la coalición, tampoco entendí nunca porqué decidió hacerlo usted por la puerta de atrás, y como si el ejército español fuera “las chicas de la Cruz Roja”, en vez de hacerlo dignamente como sus aliados más importantes y como lo hicieron países como Australia o Polonia; pareciera perseguirle la vergüenza o quizá la falta de valor para apencar con sus decisiones políticas.
Me manifesté, lejos – eso sí – de los vocingleros que sólo querían erosionarle electoralmente, radicalmente en contra de la guerra. Jamás le vote, (voto Alianza por la Unidad Nacional) así que no soy sospechoso, y jamás consideré que nuestros caídos en tierras extranjeras, durante la actual ocupación militar de Irak, fueran, como usted gusta en señalar, caídos en atentado terrorista. Bien al contrario pienso que son soldados españoles, caídos por España y por lo tanto dignos de todo mi respeto, mi admiración y mi reconocimiento más leal, fuere cual fuere la causa, a manos de la resistencia iraquí, la insurrección, la guerrilla contra el invasor, por mucho que éste fuéramos nosotros.
Siempre pensé que sus golpes militares contra nuestras tropas, nuestros miembros de la inteligencia o sus “afrancesados” particulares no eran sino audaz y heroica resistencia nacional.

Y los atentados vinieron a darme la razón – muy tristemente – explicando al mundo entero la diferencia entre la resistencia y la pura barbarie terrorista sin razón alguna. Olvido decirle que para mí la diferencia siempre estuvo clara, pues desde el año 1986 en que Soares Gamboa y otros miserables asesinaron a mi padre a tiros, soy también víctima del terrorismo. Han tenido que pasar casi cuarenta años de atentados para que usted haya afirmado rotundamente que la única razón por la que murieron – tanto da si a manos de ETA, de Al-Qaeda o de ambos- la única causa común que les unía y que unirá muy acertadamente también a los muertos de 12 países era su condición de españoles. Nadie les preguntó si eran demócratas o liberales, apolíticos o militantes, fascistas o comunistas. Sólo – o nada menos – españoles.

Siempre he trabajado políticamente por derrocarle – y lo seguiré haciendo con tanto ahínco como contra el Partido Socialista, y nada de lo que ha pasado esta jornada electoral me preocuparía lo más mínimo si – vistos los resultados – no me avergonzara tanto de mi pueblo español y de su cobarde actitud de este domingo.

Por qué a su partido, sr. Aznar, no lo ha derrotado ZP. Desde luego no lo ha derrotado Llamazares ni ningún otro enemigo político convencional. A su partido lo ha vencido Al-Qaeda y la cobardía de un pueblo que, cuando tuvo la oportunidad de cobrarle su error no lo hizo; cuando a unas pocas fechas de las elecciones tenía, no sólo la obligación moral de mandarles a ustedes a su casa, sino la oportunidad que el Sistema que ustedes se han dado les brinda, no estaba dispuesto a hacerlo, porque la economía, el precario empleo o los impuestos bajos y su gestión les pesaba más – mucho más – que la guerra que tanto denostaban con la boca pequeña y la barriga llena y todos sus principios éticos y morales.

Ha tenido que venir el miedo y de nuevo una colección de voceros para señalarle – con la excusa falsa de la desinformación – como responsable de los atentados de Madrid y castigarle por ello. Pero no lo ha hecho este pueblo porque no le perdone la guerra – no hay más que ver las más variadas encuestas e informaciones de antes de la noche del jueves – que sería lícito, lógico y hasta exigible – sino que lo ha hecho porque ha dirigido su dedo acusador en la dirección equivocada; porque le señala a usted como autor directo de los atentados y a los asesinos como simples resistentes; porque otra vez no distingue entre la resistencia real y legítima que ellos llamaban terrorismo, del terrorismo real, salvaje e ilegítimo que ellos – como Otegui – llaman resistencia iraquí; porque ahora les cabe la esperanza de cobrar a ZP su tributo de promesas y exigir la salida de Irak de nuestras tropas, con el rabo entre las piernas y 201 muertos, hasta ahora, encima de la mesa. Porque el miedo hace que no les importe que, con ello, mandemos un bárbaro mensaje a cualquiera que quiera decidir por nosotros el fin de una guerra, el régimen político o el gobierno de una Nación, con tan sólo – nada menos – matar a 201 personas y herir a 1500 más. Porque, en definitiva, por encima de la guerra estuvo el bienestar, pero por encima del bienestar está el miedo y la cobardía y la renuncia a los principios más elementales de una sociedad que son el Bien, la Verdad y la Justicia.

Usted, señor Aznar, como gobernante es el responsable político último de que haya ocurrido, porque su obligación es identificar, prever, aislar, impedir los atentados, deteniendo a los asesinos antes de que maten y no poniéndolos en libertad de la forma más vergonzante. Es, no me cabe la menor duda, el máximo responsable político, pero no el asesino. Los asesinos portaban 15 mochilas, detonaron 10 de ellas y mataron a 201 personas sin que les temblara el cuerpo sin sangre y lleno de rencor y odio religioso y racial. Y vestían un turbante que, digan lo que digan, tenía un trapo blanco sobre la cara y acababa en una chapela negra con distintivos verdirojiblancos.

Así no señores Aznar y Rajoy; así no, señor Zapatero. Así no puedo disfrutar de la derrota del PP y de la quiebra de su Sistema, porque sobre la tierra quedan los cadáveres de los nuestros y sobre nuestras conciencias el triunfo del terror, del miedo, de la entrega sin resistencia y de la cobardía. Sobre nuestra España cae la deshonra de la rendición. Y Pepe Pérez, mientras tanto, sonríe.

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