Que la época que nos ha tocado vivir se caracteriza fundamentalmente por la miseria moral de su clase dirigente, ya sea política, intelectual, social o empresarial, es un hecho que ofrece pocas dudas y, por tanto poca discusión. Que como consecuencia de ello, la mentira, la falsedad, el invento, la tergiversación, la manipulación, la corrupción y el engaño son la moneda de cambio habitual y el mecanismo de conquista de voluntades es también un hecho, aunque éste - en el país del relativismo moral perpetuo, que lidera el ranquin de zafiedades y ediciones de “Gran Hermano”, y que supera en índice de audiencia, en la principal franja horaria, cualquier otro programa por goleada – siendo indiscutible, no será fácilmente reconocido por sus víctimas, entre otras cosas porque son las mismas que disfrutan de ese y otros vertederos intelectuales y que, de cuando en cuando, deciden con su sopesado, sesudo y democrático voto, quiénes han de gobernarnos, de qué manera han de hacerlo y a qu