La Hemeroteca de La Vanguardia
Un buen amigo – de hecho mi compadre, pues soy padrino de su hijo menor – me ha hecho un curioso regalo hoy. Un periódico de tirada nacional ha tenido la buena idea de digitalizar todos sus fondos y crear una hemeroteca virtual, en la que se pueden consultar y reproducir los ejemplares del diario, publicados desde febrero de 1881. Me consta que otros periódicos están trabajando en ello y hay que felicitarse, pues disponer, de forma sencilla, de estas fuentes, agiliza las búsquedas de información y enriquece los estudios y ensayos. No cabe duda de que, como periódicos que son, estarán evidentemente influenciados por sus correspondientes líneas editoriales, pero con sesgo y todo, recuperar estas páginas de la historia de España, consultar opiniones de columnistas y analizar sus discursos o los acontecimientos más relevantes, dejará en evidencia a más de uno.
Sin ir más lejos, el regalo consistió en obsequiarme con la portada del diario del 30 de octubre de 1964; el día en que yo nací. Me lo entregó con sorna, pues añadió la siguiente frase: “como no podía ser de otra manera”. Cuando abrí el documento me llevé la agradable sorpresa de que la portada de La Vanguardia – pues de éste diario es la hemeroteca virtual – titulaba: “Inauguración en Barcelona del monumento a José Antonio”, y lo documentaba con un amplio reportaje fotográfico en el que podían verse aspectos del monumento, así como planos de los oradores: el alcalde, José María de Porcioles, el secretario General del Movimiento, José Solís, El Gobernador Civil, Ibáñez Freire y la hermana del fundador, Pilar Primo de Rivera.
En el artículo central, que reproduzco por su curiosidad, se decía lo siguiente:
“Ayer vivió nuestra ciudad unas horas de sincera emoción y auténtica solemnidad durante la celebración de la ceremonia inaugural del monumento a José Antonio. El pueblo de Barcelona se sumó a esta efemérides, con la que nace el homenaje permanente a este español excepcional que legó a las generaciones de hoy una de las más altas lecciones de nobleza y de sacrificio que registra la historia contemporánea de España. Como decíamos en nuestro editorial de ayer: «José Antonio quiso ante todo y sobre todo, y por esa causa murió en olor de heroísmo a los treinta y tres años de edad, la conciliación de España, la reconciliación de los españoles, empobrecidos y trágicamente desangrados en la fanática pugna de las discordias civiles, en la tenaz e irracional entrega a la causa de las mutuas intolerancias. Que nadie olvide que la única forma viva y actual de fidelidad al gran ejemplo de su vida y de su muerte, es la de recordar que, por encima de todo lo pasajero, circunstancial y anecdótico, que en la política es siempre mucho, lo que define esta personalidad impar es esa su profunda y nobilísima voluntad conciliadora.
»Se ha recordado en estos días, por ilustres oradores que fueron sus amigos y sus compañeros en la ambición y en la empresa de salvar a España, el profundo y clarividente amor de José Antonio Primo de Rivera a Cataluña. Es demasiado conocida, sincera y verdadera, tal predilección, para que necesite nuevas puntualizaciones. Es, por otra parte, la actitud lógica y natural de un español de una sola pieza, de un español inteligente y sensibilísimo como él era. Pues amor con amor sé paga. Y el testimonió perpetuo, para siempre, de esa gratitud, es el monumento a su memoria que ha erigido, y hoy inaugura, Barcelona. Que tal monumento sea el primero que con tal rango y dimensión se alza sobre las tierras de España es, para satisfacción de todos, orgullo de la ciudad y honor de Cataluña.»”
Lo dicho, en estos tiempos de desmemoria histórica, en los que se obliga a arrancar placas y borrar nombres de calles; en los que unos y otros expiden carnés virtuales de demócratas y de luchadores por las libertades y contra el franquismo; en los que los periódicos se rasgan las vestiduras y se alinean con los postulados del nacionalismo rancio de derecha o de izquierda, disponer de estas informaciones sirve, entre otras cosas, para poner a cada uno en su sitio.
Vaya, vaya con los periódicos de CiU; Vaya, vaya con las autoridades barcelonesa y catalanas. Amor con amor se paga, decían los tíos. Ni que decir tiene, que el monumento ya no existe. Al fin y al cabo, José Antonio, que fue apresado cuatro meses antes del Alzamiento y asesinado cuatro después, es otro de esos nombres a desterrar de la historia de España.
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