Editorial y programa 50 de LGE: El cielo puede esperar

Como pollos sin cabeza, dando paseos en todas las direcciones yendo a todos lados sin ir a ningún sitio. Ya no saben si son de derechas, de izquierdas o de centro reformista. Si neoliberales, democratacristianos o socialdemócratas, que tanto les da. Ya no saben si les conviene hacer o dejar de hacer. Y hacen lo que les dicen. Y empeoran. E insultan la inteligencia. Y acaban con las esperanzas de todos. Y cuando más hacen falta sus últimos resquicios de moral social - si alguna vez la tuvieron - más capitalistas, más derechoides, más desvergonzados, mas anacrónicos e hipócritas resultan. Más incoherentes. Rezan, al dios de los capitales o al del ateísmo radical - por supuesto – no al Dios de los Cristianos ¡faltaría más! -porque algún organismo oficial, ya sea nacional o internacional, les obligue a hacer algo. Y no porque ello les libere - según creen - de la responsabilidad y de las consecuencias de hacerlo, sino porque si alguien no les dice algo, no saben qué hacer. Pero no se van. Tuercen y retuercen su estulticia con tal de agarrarse a sus escaños, a sus poltronas, al poder retribuido hasta el más allá.

Esta semana nos han sorprendido con sus últimas reformas sociales para sacarnos de la crisis. Destacan, por miserables, por cobardes, por injustas, por indecentes, al menos tres, que no obstante, como no podía ser de otra manera, han sido aplaudidas íntimamente por la oposición del PP y externamente criticadas con esa boca pequeña que arrastra la ese, de Mariano Rajoy. ¡Trabajo que nos dan resuelto! Han debido pensar los politicastros de derechas mientras acuden a sus cuentas corrientes a cuantificar sus posibilidades inversoras, en tanto que sus ojos se desdibujan bajo el símbolo del dólar.

Si las medidas las hubieran siquiera propuesto – ya no aplicado - los peperos desde el poder, ardería España a manos de bestias disfrazadas de sindicalistas compungidos, encantados de tener la oportunidad de congratularse con las bases, con los trabajadores, con los verdaderas víctimas de esta clase política que no produce sino náuseas. Pero las ha propuestos el camarada ZP, bastión del socialismo, guerrero de las libertades y de la protección social. Artificio incomprensible ya ni siquiera para sus bases, que no alcanzo a comprender como no lo derrocan por la fuerza y lo arrojan al mar, para que busque algún aliado civilizado de los suyos, que le de comer hasta el final de sus días en la más absoluta de las indigencias y los anonimatos.

El cerebro del sanedrín ha dicho – aunque no se haya notado, porque ha usado siglas retóricas que la mayoría no conoce – que se carga el plan de apoyo a los más desfavorecidos por la crisis. Que les retira el último subsidio de resistencia y que se lo cambiará, seguramente, por ayudas a la formación, de esas que a ZP le sirven para descontar parados, pasándolos a estudiantes.

No ha encontrado otro sito del que recortar que el plato de sopa y el vaso de leche que le queda a dos millones de españoles que ya no cobran nada.

Pero en cambio, sí ha encontrado el mecanismo para obtener pasta rápida de la de pan para hoy y hambre para mañana. 9000 millones. La antaño tan derechoide, temida, discutida, anatemizada privatización de servicios esenciales y de otros que no los son, pero que roza el escándalo igualmente: Los servicios aeroportuarios y la Lotería del Estado.

La magnitud del escándalo pasa, sin embargo, sin pena ni gloria, ante un pueblo dispuesto a comerse ya a su perro, de pura hambre.

Resulta que el mecanismo de las loterías, que reporta probablemente la fuente de ingresos irregulares más importante del Estado por la vía confiscatoria, antes y después del premio; que goza del privilegio del monopolio y que comercia históricamente con las esperanzas de la gente, va a ser puesto en manos privadas para uso y disfrute de las fortunas que, en cambio, dejan que caigan, una tras otra, las verdaderas empresas generadoras de empleo, creadoras de riqueza, y para las que, por lo visto, no existe crédito suficiente en el mercado, ni banco que las sostenga, ni empresario dispuesto a aguantar el temporal, manteniendo empleos aunque suponga ceder unas décimas de sus pingües beneficios y lanzando ERES que son la antesala de más paro, más pobreza y más hambre.

Para la lotería sí. Riesgo pequeño, pasta segura. Y para los aeropuertos también, que además servirán para colmar, por la vía capitalista empresarial, las esperanzas de algunas naciones estatutarias, de esas de nuevo cuño constitucional, que ahora sí, se harán con el control de los aeropuertos por la pasta, que tanto han reivindicado con escaso éxito por la vía de las concesiones políticas.

Resulta extravagante ver, de un lado, la privatización; de otro, la militarización de los empleados de estas nuevas empresas privadas a golpe de corneta. ¡Si lo hubiera hecho cualquier otro que no fuera el indigente intelectual de Blanco!

A partir de ahora, los aviones entrarán y saldrán de España, ya no si les apetece a los pilotos o a los controladores, que evidentemente también, sino si le da la gana a los 37 huéspedes de la Moncloa que, esta semana, le debieron dar un par de consignas en su reunión en la cumbre y que, naturalmente, serán los futuros dueños del espacio aéreo, ¡con la asistencia de una fuerza gratuita, que será el Ejercito!

Cuando creíamos, sin embargo, que ya no cabría más asombro esta semana, apareció Blanco debajo de su atril, y anunció su órdago. Con entrada inmediata en vigor. En la víspera del puente más largo del año. ¡Con dos bemoles!

Los que hemos defendido siempre que la huelga es el último reducto del desesperado, que no cabe hacerla de plexiglás y que sólo tienen dos salidas - ganarlas o perderlas - no podemos sino contemplar con respeto la actitud de los controladores. No me entiendan mal. No es por las razones que tengan o les puedan asistir. No es por la oportunidad o la inoportunidad de la huelga. Ni siquiera significa que no crea que el Estado deba responder con contundencia, que por supuesto tiene que hacerlo y que deba proporcionar una alternativa, que tiene que hacerlo.

Es el respeto que me merecen los que están dispuestos a jugárselo todo, por aquello que creen que son sus derechos. Espero que no nos defrauden. Que peleen por aquello que creen que merecen y aguanten hasta el final. Como lo hicieron los 5 americanos que fueron ajusticiados en el siglo XIX por conseguir la jornada de 8 horas. Porque estuvieron dispuestos a todo.

Porque lo de menos es si tienen o no tienen razón. Si fastidian las vacaciones a los demás, o si generan situaciones de riesgo o de injusticia - que probablemente sea así- Lo importante es que le enseñen un camino al resto de los españoles para la rebelión.

Porque esto no aguanta más y sólo cabe despertar la conciencia de lucha de este pueblo aletargado, pendiente sólo de llegar a fin de mes, al que cada día le meten la mano en la cartera, en el corazón y en el cerebro y se lo convierten en amoniaco. Todo menos aquella falacia de la huelga contra la reforma del desempleo de Aznar o la más estúpida todavía del pasado mes de septiembre, contra la reforma laboral, que, a la vista está, fueron simples escusas para dar continuidad a los sindicatos chaperos.

Pero hablemos de ellos y de 10 años en la reciente historia de España a través de sus escritos. Veamos que nada es por casualidad y que nadie puede alegar desconocimiento, ignorancia, o falta de información. Son muchos los que desde sus diversas trincheras intelectuales advirtieron con sus voces lo que se nos venía encima. Eduardo, el de la Inter, con más claridad que ninguno. Verán como nos lo había dicho. Acomódense y escúchennos.
Nota: El presente editorial que ahora se publica coincidiendo con la edición de la versión radiofónica del programa fue eleborado el mismo día del plante de los controladores y, por tanto, cuando aún no había sido abierto el espacio aéreo, aún no se había decretado el estado de alarma y, mucho menos, se había obligado a volver al trabajo a los controladores, a punta de pistola, con amenazas de cárcel (hasta 8 años) y con amenazas de embargo de sus bienes. Por ello nos referimos al deseo, evaporado poco después, de que fueran capaces de aguantar. Nadie imaginaba que, con las que han caído en España - desde los intentos de golpe de Estado, hasta los mil muertos de ETA; desde la masacre de Atocha y las otras estaciones hasta los cinco millones de parados - fuera precisamente el plante de los controladoresel que supusiera el primer decretazo de los 35 años de ¿democracia?.

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