A vueltas con la noria y el comandante Ynestrillas

Entrada publicada en diciembre de 2011 como respuesta a un artículo de Juan Fernández-Krohn, en relación con mi padre

Leo, con cierto desagrado, cómo tirios y troyanos deciden y opinan acerca de mi padre, de su presunto franquismo o antifranquismo, incluso utilizando como fuentes a personajes como Fernando Reinlein, como muestra inequívoca de sus afirmaciones. Se cita incluso, al hijo del Comandante (como si fuera hijo único) para situar la polémica, y al cabo, no termino de saber de qué va esta historia.

Soy, como los lectores saben, el hijo mayor del Comandante (Teniente Coronel a título póstumo) y nada sospechoso tampoco en caracteres ideológicos, que se han mantenido a la largo de 35 años sin grietas, aunque con constantes evoluciones, también acreditables mediante mi propio blog. Me marqué, hace años, la obligación de no opinar públicamente acerca de la evolución, deriva, regresión, transformación o cualquier otro apelativo con el que los demás se refieren al camino emprendido por mi hermano y no voy a romper mi compromiso, por mucho que a veces se me hostigue en tal sentido.

Es notorio, no obstante, que tenemos aspectos en los que disentimos abiertamente - no en vano yo permanezco bajo la disciplina, crítica, de FE-La Falange - y otros en los que coincidimos plenamente, para alucinación pública de propios y extraños, como es el caso del movimiento 15-M en el que, como él, manifesté públicamente mi simpatía, adhesión e incluso participación primigenia, sin sombra de duda, tanto acerca de la oportunidad como de los motivos que alentaban el movimiento. No se me escapaba que estaba instrumentalizado por la izquierda - aunque les sobrepasó inicialmente con creces - entre otras cosas porque la derecha no hace estas cosas y nosotros, por nuestro lado, estamos más a lo de andar de disputas irracionales entre nosotros mismos y a lo de celebrar toda necrológica que se nos cruce en el camino, sin otra misión, objetivo o guía que la siguiente necrológica del calendario, pero me parecía y me sigue pareciendo que a quien debieron ocurrírsele los motivos y acciones de protesta manifestados por las declaraciones iniciales del 15-M era a los falangistas, si no hubiéramos estado, como siempre, a lo nuestro. Así que, perdida la oportunidad, no nos quedaba más remedio que tratar de subirnos a una causa justa e intentar impedir, evitando la deserción, que derivara en lo que, tristemente, ha derivado del 15-m, ante la complacencia de todos pero, especialmente, de la más rancia derecha que ha podido usar aquello del “ya te lo dije” con bastante trampa por cierto, y con nuestra inestimable ayuda.

Pero venía este comentario a aclarar tanto lo de Reinlein como lo del franquismo de mi padre, y me pongo a ello:

Despacharé el asunto de Reinlein aclarando, simplemente, que en lo personal trataron mucho, sí, y al menos se reconocieron mutuamente las motivaciones ideológicas limpias de ambos, por más que fueran en muchos casos antagónicas y que hubieran peleado en bandos distintos, de haber sido necesario. Mi familia agradeció a Reinlein, no su calificación de más o menos franquista – pues tengo para mí que no quiso o no supo entender a mi padre, a pesar de todo - sino su reconocimiento público de la bondad, el altruismo y la altura de miras idealistas de mi padre, en un tiempo en que el zarpazo, el insulto, la vejación y hasta los aplausos por su asesinato en el PSC, según ha revelado Girauta, eran la tónica habitual. Por eso, nuestro agradecimiento desde la distancia ideológica que nos separaba. Pero de ahí, a otorgar carta de naturaleza definitoria sobre mi padre a Fernando Reinlein, faltaría más.

Vaya por delante, no obstante, que me encuentro entre los que, sin ser franquista - pues sería en cierto modo un anacronismo - no necesito quitarme de encima ningún estigma por este motivo, no permitiré que se le insulte, siquiera levemente, en mi presencia y asumo con gusto su defensa, toda vez que ha sido abandonado prácticamente por todos y tengo cierta tendencia a asumir el papel de defensor de los indefensos, especialmente cuando la jauría entra colectivamente en acción, como pasa en España casi siempre.

Ello no me impide, no obstante, ser especialmente crítico con las cosas que no hizo bien, con las derivas de su régimen, que acabo muriendo de putrefacción, derivando en esta cosa que hoy “disfrutamos”, y especialmente con la multitud de personaje miserables de los que se rodeó, desde la primera figura de la Nación hasta la última direccioncita de sabe Dios que centro de poder.

Y esa era también la actitud de mi padre, sin ningún género de dudas: un hombre del Régimen nacido al amparo de los Principios Inspiradores del 18 de julio, que tenía motivos sobrados para ello, toda vez que era falangista desde que nació, hijo de jonsista activo, combatiente y multi-mutilado de la primera hora, nieto de asesinado en Paracuellos y bisnieto de general Carlista, autoexiliado con el pretendiente en Francia.

Un hombre que se permitió mandar media vuelta en una revista del Caudillo, porque la disidencia crítica falangista existió, tanto desde los que lo denostaban (los menos) como desde los que exigían cambios de rumbo hacia el azul, con una lealtad incuestionable pero crítica con las decisiones que se tomaban, especialmente en los dos últimos tercios de la vida del Régimen.

¿Era franquista mi padre? Era un hombre leal, transparente, idealista y de principios, y desgraciadamente sólo vivió el tiempo necesario – entre el 75 y el 86 – para protagonizar todas las revueltas que su idealismo le trajo a la cabeza, con tal de no dejar avanzar a esta suerte de miserables – que ya estaban enganchados al Régimen entonces – por el camino que, finalmente, estamos transitando hoy.

Tan leal, que el busto de Franco que presidía el hospital del mismo nombre – hoy Gregorio Marañón – estuvo durante muchos años presidiendo nuestro salón de casa, porque fue rescatado de la ignominia de un oscuro almacén, al que había sido condenado tras su “deposición”, por otro buen grupo de leales de los que, obviamente, ocultaré el nombre, que no el cariño, respeto y admiración que les profeso.

No, Juan; ni mi padre ni mi abuelo fueron franquistas. Lo único que fueron siempre, fue falangistas leales. Hombres de valor, de ideal, de honor, de casta. Jamás se sintieron ofendidos por su lealtad y nunca hubieran permitido un insulto al Caudillo. Pese a sus posturas críticas. Y nunca, hasta el día de su muerte, tuvieron que renegar de la figura de Franco, ni despojarse de estigma alguno. Sin ser franquistas. Debe ser esto lo que mantiene a mí en la misma lealtad.

Pare el resto de la rutina franco-falangista, sinceramente, ya estoy cansado de debates baldíos que nos impiden estar en lo importante, dejando los espacios a los desarrapados del 15-M.

En cuanto a la Noria, tan sólo me produce unos vómitos terribles que me desagradan mucho. Prestarles atención es equivalente a mirar con cierta curiosidad el inodoro antes de tirar de la cadena. Y no suelo hacerlo.

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