Los iguales clarito delante
Recuerdo un viejo chiste, si se le puede llamar así, que jugaba
con la paradoja americana de la igualdad – racial en este caso – referida a la
forma de sentarse y distribuirse en los autobuses, donde la discriminación
impedía que blancos y negros viajaran juntos, y compartieran asientos. En el
chiste el conductor se ponía en pie y afirmaba rotundo: “aquí ya no hay blancos
y negros; a partir de ahora somos todos azules: ¡A ver! Los azules oscuro que pasen de pie al fondo y
los azules clarito, que se sienten delante”.
Esa es la sensación que tiene uno
cuando cada día se despacha con las noticias que desgranan los escandalosos
tratos de favor que los poderosos obtienen de los políticos y los políticos de
sí mismos, que para eso son también muy poderosos.
Que el ex banquero Alfredo Sáenz
es un delincuente no lo digo yo. Lo dice una sentencia clarísima que determinó,
entre otras cosas, su responsabilidad en la fabricación de pruebas falsas
contra sus clientes con el objeto de cobrar determinadas cantidades.
Como los poderosos se aman
profundamente entre sí - y en ello no debe haber razón alguna para pensar, por
ejemplo, en el trato de favor que unos y otros se dispensan, como los enormes
concursos de gestión bancaria que las administraciones públicas contraen con
las entidades o las sorprendentes condonaciones de deuda a partidos políticos
que tan frecuentemente han jalonado la historia de nuestra democracia - es normal
pensar que sea por amor, que el gobierno Zapatero – ya en funciones – otorgara
un indulto al ex banquero millonario en su último Consejo de Ministros salientes
y que el gabinete entrante – el del nefasto Rajoy - tardara escasos segundos en
modificar la ley, con carácter retroactivo, para permitir que el delincuente
indultado pudiera además conservar su puesto en los diversos Consejos de
Administración en los que el pobre hombre se ganaba humildemente la vida, hasta
lograr los mínimos indispensables para garantizar una jubilación digna, de 88
millones de euros.
Para ello era necesario - no lo
creerá el malpensado lector - borrar los antecedentes penales del indultado,
como si el indulto fuera más una revisión en instancia superior, que cambiara
el sentido de las sentencias anteriores, que una medida de gracia otorgada por
los amigotes poderosos. Incluso los tertulianos de diverso pelaje podreliberal, en todas las emisoras
repugnantes del espacio radiofónico, se compadecen de la necesidad de su retiro
forzado, de manera muy comprensiva, cuando los pesados de los europeos le han
dicho al gobierno español aquello de “¿tu estas tonto, o qué?”
No muy lejos de esta estrategia y
de esta comprensión entre poderosos está la decisión que ha tomado la Audiencia
de Barcelona, de suspender la entrada en prisión de otros ladrones de no menos
renombre y alta corrupción, como son la camarilla de Unió Democrática de
Catalunya -el andorrano Fidel
Pallerols y los hermanos Galvadà – cuando hace apenas unas semanas esta misma
sala consideraba “obsceno” que los
condenados no entraran en prisión, por poca que esta fuera, “en los tiempos actuales de paro, crisis y
corrupción”.
Y ello, pasando por alto el
pequeño detalle de que esta sentencia era, a su vez, otra barbaridad jurídica
en la que el reconocimiento del delito y la devolución de parte de la
malversación continuada, a valor de entonces – ni siquiera actualizado – era
premiado con la impunidad, el pacto, y la absolución de parte de los
delincuentes confesos. Todo con mucho amor por supuesto.
Esta vez, la llamada del “¿tu
estas tonto, o qué?” la debió hacer algún que otro político de buena memoria y
oscuras intenciones, a algún incorruptible juez o grupo de jueces que, de
repente, entraron espontáneamente en razón.
¿La razón? ¡La misma!: que si
entran en prisión lo mismo cumplen antes las ridículas penas que les han sido
impuestas de que se produzca el “hipotético”
indulto. Porque ¡no vayan a pensar mal ustedes! el indulto es hipotético y para nada lo dan por pre concedido: si en un año no hay
pronunciamiento: ¡Al talego! ¡Muy justo todo!
Una vez más, lo que supuestamente
es una medida de gracia para revertir el cumplimiento de una pena total o
parcialmente se convierte, de facto, en una última instancia de revisión, como
si el sentido de la sentencia, claramente condenatorio, pudiera cambiar con el
perdón. ¡Y los tertulianos una vez más felices y comprensivos!
¡Ande, sáltese usted un día la
presentación del IVA, o de la Declaración de Hacienda! ¡Pásese usted 15 minutos
sin poner ticket de aparcamiento regulado! Háblele alto al árbitro de un
partido de fútbol! ¡Al paredón!
¿Cuántos funcionarios públicos o
empleados privados son enviados a casa con sus correspondientes indemnizaciones
– me da igual el importe, por escandalosa que resulte la del ex banquero –
cuando son condenados y privados de la capacidad del ejercicio profesional por
muy indultados que estén? ¡Ninguno!
Dirá usted, mi querido lector,
que indultado ninguno, porque los indultos solo caen de un lado, y eso es
verdad, pero si además añadimos que Europa ha dicho que la trampa no vale y que
de Consejero nada, me permitirá usted que le vuelva a hacer la preguntita:
¿Cuántos tramposos, delincuentes, privados, por sentencia firme, del ejercicio
profesional se van a casa “voluntariamente“
con una indemnización, ya sea de 88
millones o de 88 euros? ¡Ninguno!
Lo bueno, en democracia, es que
ya no hay blancos ni negros: ahora somos todos azules. Lo malo es que la
mayoría sigamos siendo los azules oscuro. ¿Hasta cuándo?
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