La oportunidad de un voto falangista a la Asamblea de Madrid, el 4 de Mayo
Las elecciones a la Comunidad de Madrid son – aunque algunos parecen ignorarlo
– de circunscripción única (como las europeas) por lo que todos los votos en
juego tienen el mismo valor y van al mismo saco de recuento. Es decir, que no
hay pérdidas ni desperdicios marginales porque uno decida votar a su opción
preferida, cuando estas se encuentran entre las mayoritarias y con
representación en la cámara. El fantasma pues, de concentración de voto, de
vuelta al bipartidismo, de cambiar una vez más de chaqueta, en virtud del tan
manido voto útil o del, peor aún, no es el momento, es,
directamente, una falsedad que conocen perfectamente quienes alientan esa falacia
con el objeto de concentrar el voto.
Entre los mayores propagadores de esta tesis están, obviamente, el Partido
Popular y su adalid en la campaña, la candidata a la presidencia de la Asamblea,
Isabel Díaz Ayuso, y el PSOE y su inane candidato monacal, Ángel Gabilondo, que
aspiran a conseguir mayorías holgadas que les liberen de las incómodas alianzas
de las mayorías minoritarias. Y en el caso de Ayuso, parece que lo está consiguiendo.
Sin embargo, todos parecen olvidar que la barrera de entrada a la Asamblea
está en el 5% de los sufragios efectivos que se corresponden
aproximadamente con 7 diputados. Es decir, que en la Asamblea o te quedas fuera
o entras con al menos 7 diputados correspondientes a ese 5% de los sufragios.
Suponer que Ciudadanos va a desparecer es casi una obviedad y, dada su errática
estrategia política de apoyos, contra apoyos, cambios de bandera, de comunidad
y de socios, es lógico que las dos fuerzas mayoritarias se lancen a la
conquista de sus voluntades, aunque eso, en Madrid, sospecho que tiene una
clara ganadora, pues la etiqueta de las tres derechas es especialmente
fulgurante en esta Comunidad, sea esta una circunstancia real o percibida.
EL voto recibido de las derechas hipermoderadas, confusas con las conductas
corruptas del PP y alejadas notablemente de cualquier parecido con VOX, ahora
encontrará casi con total seguridad un mejor acomodo en la candidata Ayuso que
en ningún otro candidato, sin que esto sea extrapolable a lo que pudiera
ocurrir en cualquier otro sitio que no fuera Madrid, mientras que los procedentes
de la izquierda hipermoderada, si es que tal cosa existe, en Madrid, son
los menos o ninguno y, en todo caso, habrán puesto sus menguadas esperanzas en
el hermano del locutor agitador.
Así que, efectivamente, y dado que ninguna formación, por poco que obtenga,
deja sus casilleros a cero, podemos afirmar con rotundidad que los votos a
ciudadanos, a Edmundo Bal, sucesor de ese cáncer que fue Aguado, son los únicos
votos tirados a la basura por definición, pues ni un milagro los coloca en 7 asientos
y un 5%.
Alguien podría espetarme que, por ese argumento, los votos otorgados a la
candidatura falangista de la que formo parte tendrían un valor similar y si los
políticos regimentalistas del 78 de cualquier signo y los falangistas del Siglo
XXI tuviéramos los mismos intereses y objetivos en estas elecciones, tendrían
razón, pero eso está tan lejos de la realidad que merece una explicación más detenida,
sobre la que más adelante volveré.
Antes tengo que volver sobre la estrategia del bipartidismo, descrita más
atrás.
Señora Ayuso y señores votantes de Vox, fugados a la primera de cambio a la
casa común de la derecha liberal del PP (31,6%, según una encuesta de La Razón):
tengan cuidado, no se pasen de frenada. Es de una evidencia notable que VOX está
muy lejos de ser Ciudadanos y que su suelo electoral en Madrid es importante,
pero ¡ojo! Señores del PP verde, si no alcanzan el 5% de los votos, si no
logran los famosos 7 escaños al menos, se quedan fuera y entonces sí serán tan inútiles
sus pretensiones, sus quimeras, sus expectativas, como lo son de facto, las de
Edmundo Bal.
Y no menos riesgo corre la señora Ayuso, tan exultante con su casi segura victoria
aplastante, pues solo podrá saborear esas mieles en el caso hipotético de lograr
la mayoría absoluta. Pero como eso – también parece evidente – no se producirá
ni en el mejor de los escenarios, pese a la diversificación de voto que sí se
va a dar en la trinchera de la izquierda con tres fuerzas disputándose el voto
(Mas Madrid, Unidas Podemos, podemas, podemes, y PSOE) lo cierto es que poner
en riesgo la barrera de entrada de Vox es, para Ayuso, la mejor estrategia que
puede seguir si lo que quiere es perder su báculo derechista de VOX y con él la
Asamblea. Anótese este extremo para los que tenemos otra candidatura y otras
intenciones. Volveré sobre ello.
Llegados aquí solo queda, antes de ir a lo nuestro, darle un vistazo a la
disputa que se va a producir entre Más Madrid, que parece vencer por goleada, y
Unidas Podemos, Podemas, Podemes, que creyó hacer bueno el desembarco del marqués
de Galapagar y de la Marquesa del lenguaje inclusive, pero que parece bastante
evidente que se encuentran con la soga del desprestigio, la incongruencia, la renuncia
y la estupidez, al cuello, y también rozando la permanencia o el descenso por
debajo del 5%. Nada más interesante desde el punto de vista del observador que
esa vieja batalla de comunistas, estalinistas, anarquistas, trotskistas,
socialistas y todos los istas que en el mundo ha habido y que recuerdan – en
moderno y sin por ahora tiros – los acontecimientos del golpe de Casado, Besteiro
y compañía y de la huida de Negrín, Lister y sus secuaces. De Casado el de
1936, no se confundan. El Casado popular de hoy también podría jugar algún
papel en este sainete, si no estuviera tan preocupado en vengarse de su supuesta
candidata a la Asamblea de Madrid y del golpe de mano o rodillazo que le dio con
la convocatoria de elecciones, en salva sea la parte. Esa venganza no toca ahora,
pero no les quepa duda de que llegará. Ya lo creo que llegará. La soberbia no
sabe de oportunidad política.
Dicha disputa supone un nuevo acicate para quienes no tenemos nuestras
opciones ni esperanzas puestas en ninguna de las candidaturas citadas y al uso.
Opciones, porque tenemos nuestra propia candidatura que representa la única que
acude sin cálculos electoralistas ni de acceso a la Asamblea; Esperanza porque,
por definición, nosotros acudimos siempre sin fe, sin respeto, sin esperanza, a
cualquier juego electoral que tenga sus reglas y sus máximas aspiraciones en el
vigente régimen corrupto del 78.
Pero sí supone un acicate interesante. Entre nuestros electores,
militantes, camaradas, simpatizantes, seguidores o simplemente afines y cuantos
equivalentes queramos mencionar existen varios grupos definidos.
Por un lado, estamos los falangistas. De corazón, formación y pensamiento.
Los que deseamos un orden nuevo perfectamente alineado con nuestro sentir azul.
No importa si ese falangismo es de cuota mensual o de pensamiento. Sí lo es de
orden moral y político. Para este falangista, que hoy ya no tiene que decidir
la lista a la que votar porque solo hay una, unitaria, bajo las mismas siglas
históricas de siempre, hay una obligación personal y moral por una causa. No
caben excusas, vaguedades ni disensos. Es para nosotros una forma de medirnos,
de contarnos, de estructurarnos y prepararnos como alternativa al Régimen. Hemos
de votar falangista.
El segundo grupo lo constituye el social patriota, no necesariamente
falangista, pero con el que compartimos cantidades ingentes de referentes, doctrina,
acción, pensamiento. Formaciones políticas e individuos que siempre han mostrado
simpatía por nuestro movimiento, más allá de las diferencias estratégicas que se
hayan podido evidenciar en cada momento y con lo que tenemos algo en común muy
importante en este momento: jamás nos han deslumbrado los caminos verdes del
liberalismo patriotero, regimental, monárquico, euroconverso, y un largo etc.
de diferenciales en casi todo lo que se aleja de las grandes frases de unidad
nacional, protección de fronteras y poco más, que nos han sido secuestradas en
virtud de una exitosa estrategia política. En ausencia de opciones, cabe esperar
de ellos el apoyo necesario para lograr nuestra meta.
El tercer grupo se corresponde con los que por definición no votan. Ese un
grupo amplio que a veces de corazón y por convicción, a veces, por pose y comodidad,
asumen que votar es una tontería que no vale para nada y manejan el discurso de
que el camino es otro, con independencia de que algunos sí estén en esos caminos
alternativos y otros – la mayoría – estén en el sofá. También en este grupo están
los irreconciliables. Los que consideran que prestar apoyo a los falangistas no
está en su agenda por un sinfín de supuestas o reales afrentas diversas y
absurdas que dan la medida de la mediocridad política en que, con frecuencia
nos hemos desenvuelto unos y otros en los muchos años de militancia marginal
que algunos acumulamos. Tienen en común con nosotros y con los anteriores que
tampoco ni las veredas verdes ni las moradas colman, ni han colmado nunca, sus
expectativas. Ya es algo.
Y finalmente están todos esos que recalaron en Vox, no como una “opción
de derecha auténtica y radical de la que el PP no debió alejarse nunca” –
que esos hacen muy bien es seguir en Vox o en donde quieran - sino como una oportunidad
para la esperanza fuera del marco del sistema tradicional, tratando de
convencerse a sí mismos de que podrían hacer de Vox una oportunidad de salir de
la marginalidad política en la que siempre nos hemos movido.
Pues bien, tengo dos mensajes:
El primero para los Voxistas del primer grupo, los que están deseando que
el PP sea de nuevo la casa común de la derecha liberal, rancia y reaccionaria.
Los que ríen las gracias de Abacal cuando, preguntado por la copa del rey y sus
preferencias futbolísticas responde “yo voy con el Rey de España” no se
sabe muy bien por qué. Ya me gustaría entender de qué carajo le hacen responsable
y por qué se muestran tributarios de aquel que recibió una corona regalada por
un monarca fugado, corrupto, pendenciero y putero que a su vez la recibió de un
régimen al que traicionó miserablemente. Ellos sabrán. Para ellos, no obstante,
tengo un mensaje, sin que, en todo caso, me importe una higa que me hagan caso
o no, que por mí se pueden refundir y refundar de derecha en ultraderecha y
viceversa, cuantas veces quieran: Cuidadín con los cambios de chaqueta. En el
camino os dejáis tantos pelos en la gatera que lo mismo fastidiáis las expectativas
de las dos derechas, con esa costumbre vuestra de apelar al voto inútil. ¡Que
no sois más inocentes porque no entrenáis! ¡Y yo me desternillaré, claro!
Para los demás, tanto para los que confundisteis el camino abogando por un Vox
decente, y ya sabéis que es más de lo mismo, como para los que compartís lo
fundamental del nuestro desde la misma trinchera, desde otras trincheras paralelas
o desde la abstención y no compartís – como nosotros – nada o prácticamente
nada con la derecha liberal de Santiago Abascal y Rocío Monasterio también tengo
un mensaje: Tenemos la oportunidad de dejar fuera a unos y a otros. Pero
eso se hace votando.
Sí, porque el famoso 5% de entrada hace referencia al total de votos
emitidos y, por tanto, cuantos más votos emitidos haya, más caro está ese 5%. Más
cifra de votantes hacen falta para alcanzarlo. Es decir, que si concentramos el
voto disidente en la única opción patriótica y social que se presenta a estos
comicios – Falange Española y su Haz por España - es probable que nosotros no
obtengamos representación – algo que no nos preocupa especialmente, aunque
preferiríamos obtenerla - o quizá sorprendamos con 7 diputados, si esa concentración
nos lleva al 5%. Tanto da. Pero lo que es seguro es que la zanahoria de Ciudadanos,
Unidas Podemos, Podemas, Podemes y Vox estará mucho más complicada y quizá también
la de Más Madrid.
¿No sería hermoso hacer caer de un plumazo a lo más florido del Neorégimen,
a los que han desembarcado en Madrid como si fuera un tablero de ajedrez donde
dirimir sus cuitas personales abandonando todo principio ético o moral,
secuestrando unos, algunos de nuestros mejores mensajes o, por el contrario, enarbolando
otros, todo aquello que representa la barbarie, el odio, el terror, la persecución
y el miedo? Solo hay que hacer una cosa: ir a votar, en primer lugar. Votar
falangista si le queremos dar un valor, en todo caso.
Porque nuestra propuesta, además, es joven, fresca, natural, consciente,
oportuna. Porque solo tenemos que hacer que nos escuchen y eso, lo tenemos que
hacer entre todos.
Sin fe y sin respeto. Sin esperanza ninguna, pero fieles a nuestros principios
y con una utilidad fuera de dudas, si hubo una vez en que votar falangista fuera
la mejor opción, sin duda será esta.
Martín Ynestrillas
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