Mi intervención en la presentación de MYL


Bienvenidos, amigos y camaradas. Mirad a vuestro alrededor. Fijaos en los oradores que hemos intervenido hoy. En muchos de los que ocupáis esta sala un domingo de mayo, que bien podríamos estar pasando con nuestras familias y pensad en lo que veis.

La inmensa mayoría de nosotros nació en la década de los 60, de los 70… incluso de los 80 del pasado siglo. Yo nací en 1964, el año en que España celebraba los 25 años de paz, por cierto la primera vez que lo hacía en mucho tiempo, gobernase quien gobernase.

La madrugada en que Franco murió, dormíamos plácidamente hasta que llegara la hora de levantarnos para ir al colegio mi hermano y yo. Un excitado capitán de Policía Armada nos despertó mientras se ajustaba la corbata y nos decía “hijos, arriba, que ha muerto ZAR.” Eso le entendimos los dos. El capitán era mi padre y nosotros teníamos 10 y 11 años de edad. Y Zar era nuestro enorme Gran Danés. Me levanté como una bala hacia el lugar en donde solía dormir Zar y lo toqué. Levantó su cabezón y me miró extrañado por la visita.

Volví hacia el lugar donde mi padre seguía preparándose. Me fijé que el uniforme que se ponía no era el habitual, el de diario y le señalé: papá, a Zar no le pasa nada. ¿Por qué dices que se ha muerto?.

Mi padre me miró incrédulo y me espetó: Franco, hijo, Franco. Se ha muerto Franco, el Jefe del Estado.

No lo creerán pero me quedé mucho más tranquilo. No era mi perro. Era Franco y era la primera vez que oía su nombre con algún tipo de interés extraño sobre él. Fuera de alguna discusión familiar entre mi abuelo falangista de la primera hora y mi padre falangista de los que nació en 1935, a mí, Franco no me decía absolutamente nada.

¿Por qué os cuento todo esto? Es sencillo, porque mi caso no puede ser muy distinto de la inmensa mayoría de los que hoy estáis aquí y a los que me he referido al principio.

Nuestra generación, nacida en plena expansión económica, en pleno desarrollo, en pleno crecimiento, no había necesitado hablar de ello nunca, y nuestros padres, al menos los míos no, no consideraron necesario explicarnos entonces quienes éramos, de dónde veníamos y cuan terrible había sido nuestros pasado inmediato, lleno de odios, de rencores, de cadáveres y de muertos entre hermanos.

Y sin embargo, no ha pasado prácticamente un solo día desde entonces -35 años ya - en que no hayamos oído, vivido, discutido y peleado acerca de Franco, de la guerra, de todo lo que aquello supuso y de lo muy malas que eran las gentes como mi padre, vosotros y muchos de vuestros padres, herederos de un régimen de supuesto terror y de falta de libertades que nos hacía insufrible una vida que yo, hasta aquel momento, había percibido tan placentera como cualquier otro chaval de mi edad, en cualquier otra generación. 35 años desde entonces, levantando odios, rencillas y pasiones y reabriendo heridas cerradas ya varias veces por todos los que quisieron hacerlo.

Por eso estamos hoy aquí. Porque en la cima de ese grotesco despertar de odios, un gobierno - el de Rodríguez Zapatero - de la misma generación de la que estoy hablando - y una oposición, la del Partido Popular, que no sólo es de esa misma generación sino que sus padres fueron los protagonistas directos del régimen al que nos hemos venido refiriendo, decidieron hurgar, mentir, violar toda ley, inventar un pasado a su antojo con la única finalidad de reconstruirlo de la forma que les hubiera gustado a sus padres y abuelos – unos - y para desligarse de su propio estigma, los otros, devolviéndonos a tiempos pasados que creímos abandonados.

Porque fue Zapatero, cuando aún no llevaba un año en el gobierno, el que regaló por su maldito cumpleaños al asesino de Madrid, Santiago Carrillo, el derribo de la estatua de Nuevos Ministerios. Porque fue el Congreso de los Diputados, con mayoría absoluta del Partido Popular, en tiempos de Aznar, el que permitió una condena del Régimen Anterior en sede parlamentaria; porque fueron ambas formaciones las que en 2007 permitieron con su voto casi unánime sacar adelante una ley que ha sido denominada de Memoria Histórica, y que es la que está sirviendo para cerrar y derruir el Valle de los Caídos, arrancar nombres, estatuas, plazas y honores y arrojar sobre las espaldas de muchos falangistas todas las supuestas vilezas que en el mundo ha habido. Lo mismo ha dado que fueran civiles o militares, monárquicos o republicanos, anteriores o posteriores a la guerra, víctimas o verdugos, héroes de la división azul o ministros del régimen. ¡Todos fuera! ¡Hasta Alfonso XIII! ¡No por rey, que ya nos parece bien a algunos, sino por franquista!.

La ley de indulto total de la guerra, fue promulgada por Franco 6 años después de acabada ésta en octubre de 1945. Merced a este indulto total, regresaron a España, a morir de viejos y sin que nadie les molestara, 50.000 exiliados entre los que se encontraban, por ejemplo, el General Vicente Rojo, Jefe del Estado Mayor del Ejército rojo, o Eduardo Iglesias Portal, presidente del tribunal que condenó a muerte a José Antonio Primo de Rivera. Hemos visto cómo incluso ese supuesto poeta rojo que se hace llamar Marcos Ana - asesino convicto y confeso desde su más tierna infancia, que se acogió a las bondades del régimen para abandonar la cárcel con apenas 20 años de prisión, también indultado - cerraba puño en alto los actos de acompañamiento del juez titiritero Baltasar Garzón. Seis años para el perdón… Los mismos que lleva gobernando Zapatero para el rencor, el odio y para travestir “buenos y malos”, según sus propios usos lingüísticos.

No soy franquista. No puedo serlo; no tengo edad para ser ni franquista, ni isabelprimerista, ni felipesegundista, ni carlosprimerista, ni pelayista. Soy falangista, porque al contrario que los otros que acabo de mencionar, y que constituyen elementos inseparables de nuestra memoria colectiva como pueblo, de nuestra historia como nación, he bebido en sus fuentes doctrinales e ideológicas, he admirado sus propuestas, he asumido sus postulados y he deseado y deseo para España, unos modos y unas maneras que derivan de aquel cuerpo de doctrina fresco y escueto que tanto tiene todavía que aportar a la convivencia justa y pacífica de los españoles.

Pero junto a ese sentimiento y a esa forma de ser y de vivir, iban, en un mismo paquete, conceptos que no puedo separar y que incluyen la lealtad, el amor a la verdad, el orgullo de mi raza y de mi historia, el deber, el patriotismo….

Y me los han venido a quebrantar. De repente me han convertido en una especie de franquista a la fuerza, en un demonio vestido de azul, heredero - cuando no responsable directo - de las mayores tropelías de la historia reciente y hasta de genocidios incalculables.

Y cuando uno se pone a leer, a interesarse a la fuerza, a estudiar, porque todo esto se cura leyendo – siempre lo digo – descubre que están arrojando sobre uno mismo y sobre nuestros inmediatos predecesores, toda la basura, la mentira y las barbaridades de las que la historia sí ha hecho verdaderos responsables a quienes ahora escupen en todas direcciones tratando de arrancar las páginas de los libros, de las calles y plazas, y si les dejáramos, de los últimos rincones de nuestro pensamiento. Quieren ganar una guerra ahora, que sus padres y abuelos perdieron hace más de 70 años.

Me dicen a menudo: pero ¿a ti que te va en esto? ¡Esta no es tu guerra! ¡Deberíais estar en otras cosas!... No podéis estar siempre en el pasado….

Y tienen razón. Eso es lo que quisimos muchos falangistas y otros que no lo eran, cuando amanecimos a la política y queríamos, como queremos, cambiar el mundo. Pero no fuimos nosotros quienes levantamos a nuestros muertos. No fuimos nosotros, que tanto sufrimiento acumulamos, a veces vivo todavía, cuando uno se asoma a tertulias y televisiones y descubre que el asesino de tus mayores se pavonea señalándote con el dedo.

No fuimos nosotros los que levantamos cadáveres y lo que es peor, no somos nosotros los que seguimos sembrando de muertos las calles con los mismos argumentos que hace un siglo.

Son estos insensatos, estos miserables que no saben nada, que creen que pueden olvidar la historia sin riesgo de repetirla, los que han logrado que chavalitos de corta edad, todos los “josues” y todos los “pollos” de España, se maten a navajazos y patadas en el metro, se ataquen con violencia feroz por una guerra que vivieron sus bisabuelos y de la que ellos no saben nada, absolutamente nada, pero que los ha alineado en uno u otro supuestos bandos, gracias a esa insensatez, a ese virus frentepopulisa que sus mayores han vuelto a inocular en todos nosotros obligándonos a pelear o condenándonos a callar y asumir como verdaderas, la mentiras que han lanzado sobre nosotros.

Y lo acompañan de leyes que les permiten borrar, arrancar de los libros, adoctrinar a las nuevas generaciones, atentar contra todo lo que significamos para que no lean, para que no aprendan, para que sientan vergüenza de sí mismos y de sus mayores.

Y no es casual, porque reiteradamente, a lo largo de la historia, periódicamente lo vuelven a intentar: Abajo con nuestra civilización occidental; abajo con nuestra cultura, con nuestro credo, con nuestras señas de identidad, con nuestro ordenamiento jurídico, con todo lo que hizo posible esta unidad de convivencia que se llama Europa y en particular, con esta unidad de destino en lo universal que se llama España.

Y nos persiguen y perseguirán por ello, y nos vituperan y vituperarán, y no tardarán en encerrarnos y empezar a perseguirnos por las calles, no por lo peligrosos o importantes que seamos, sino porque viene bien a su estrategia, porque no dan un paso que previamente no esté medido, que no hayan madurado durante años de rencor y de odios condensados.

Y nosotros sólo tendremos dos opciones: callar, aguantar, desprendernos de ese pasado según sus normas; renegar de nuestros credos, de nuestros ancestros, de nuestras cultura….olvidar a nuestros muertos, viejos y recientes….. O luchar, resistir y atacar incluso, con todas nuestras fuerzas, sean cuales sean. Porque me enseñaron ya en el pecho materno que las cosas hay que hacerlas cuando hay que hacerlas simplemente, porque hay que hacerlas

Las pocas o muchas organizaciones e iniciativas más o menos políticas que hoy estamos aquí, no siempre coincidimos en los postulados, ni en las estrategias ni en las tácticas. No siempre asumimos como comunes determinados asertos. Los falangistas, por ejemplo, frecuentemente no somos franquistas, unos por lo que ya expliqué al principio; otros incluso, por oposición ideológica.

Pero eso no nos convierte en ciegos. No nos impide adivinar que no es específicamente a nosotros solos a los que se quiere perseguir, desactivar y hasta aniquilar. Que va mucho más allá. Que es toda una civilización, toda una forma de vida la que está en juego y no podemos permanecer callados.

Hemos elegido pelear junto a quienes en otras ocasiones a lo mejor no serán compañeros de viaje. Pero eso no nos impide, no nos puede impedir, sentirnos herederos de toda nuestra historia y sobre todo, no nos puede impedir ver que no se trata sólo de borrar nuestro pasado, sino de borrar nuestro futuro, de aniquilar nuestra forma de pensamiento, de eliminar toda capacidad de revolucionar sus sistemas caducos de derecha e izquierda, para, algún día, sustituirlos por otros más limpios, más justos, mejores. Es nuestro presente y nuestro futuro el que está en juego con la persecución de nuestro pasado.

Por eso no podemos faltar en esta plataforma nosotros y por eso creo firmemente que no podéis faltar ninguno. Sois muchos los que, con frecuencia, os preguntáis, nos preguntáis a quienes estamos en la política activa, que por qué no nos unimos, que por qué no vamos juntos, que por qué no hacéis, no decís, esto y lo otro.. y lo dejáis así, colgando, como si la responsabilidad fuera siempre de otros.

Hay quien incluso dice que se marcha a casa hasta que nos unamos porque, con tanta desunión, no se puede hacer nada… Y en vista de eso recogen a los niños, a sus mujeres y se van a dar un paseo, o a misa o a pasar el día mientras otros, por lo visto, se unen para ellos, para que estén más cómodos.

Ayer, en el programa de radio que tengo el honor de dirigir, conversábamos sobre el Valle de los Caídos y su más que probable conversión en un centro de interpretación de la memoria histórica, con muchos especialistas. Y nos hacíamos una reflexión acerca del abad, de la Iglesia, de los poderes públicos y hasta de la Casa Real. A todos les exigíamos responsabilidad, un paso al frente, una actitud decidida… Hasta que comenté algo importante, a mi modo de ver…:¿Ellos? ¿Los demás? ¿Los otros son los obligados? ¿Nosotros no? ¿Nosotros no estamos incluidos en esta responsabilidad común? Los católicos, los falangistas, los herederos de aquella sociedad, o los simples españoles de bien, ¿no estamos obligados también a revelarnos? ¿A hacer algo? ¡Claro que sí!. Podemos despistarnos y sacudir la cabeza; podemos cerrar los ojos y los oídos a nuestra conciencia, pero sabemos que sí. Y esta plataforma pretende ser un vehículo para ello.

Que nadie pretende encontrar aquí, así, de entrada, ni un partido común, ni un frente electoral, ni un cuerpo doctrinal homogéneo. Que nadie pretenda aquí la famosa unidad de los patriotas como supuesta medicina para el caos, porque se equivocará. Porque nos estará empujando hacia otro intento fallido, a otra derrota. Esto es lo que es, está muy claro.

Pero es un principio embrionario para comenzar a recuperar el diálogo entre nosotros, para aprender a poner en común lo que de común tenemos y para asumir ante los demás que ni renunciamos a nada, ni les permitiremos que nos juzguen ideológicamente por nada. Que no tenemos nada de lo que arrepentirnos y que aún nos quedan arrestos para alzar la voz, plantar los pies y pelear.

Uníos a la plataforma Memoria y Lealtad. Andad con nosotros el camino. Caminemos juntos esta vez y veamos hasta dónde llegamos. Con lealtad, con objetivos próximos y concretos, con una memoria común y una lealtad inquebrantable. Porque con el pasado se decide el presente y nos jugamos el futuro. Porque juntos, seremos MYL. Gracias


Wikio

Comentarios

Blas A. García ha dicho que…
Extraordinario artículo, el día de “autos”, es decir, el domingo día nueve, los fines de semana, tengo la costumbre de salir a correr mis diez kilómetros y me puse el MP3, para escuchar el programa nº 38 de la Gran Esperanza, donde se entrevistó a la hija del héroe y patriota, el General M. Astray, no me da vergüenza señalar que entrevistas como esa y otras me emociono y llego a llorar de emoción, ergo, ya somos dos, desde hace desgraciadamente muy poco tiempo vengo participando y asistiendo a actos de los pocos partidos patriotas que hay y que tan luctuosamente desunidos están.
Tal y como manifiestas tus sentimientos de lo vivido en tus 45 + - años de tu vida, esta podría ser una forma de conocernos social, espiritual y políticamente, y desde esa hermenéutica de cómo hemos vivido cada uno ese tiempo que citas, tendremos la oportunidad de ver cuanto nos une y qué aspectos nos separan o pueden separarnos, de este vía crucis que estamos pasando desde el óbito del General Franco.
Seré un admirador tuyo, puesto que no sólo nos une el amor a España y a ese ejército (mi vocación frustrada) que, utilizando un término taurino, hoy recula en tablas por mucho que quiera excusarle el coronel expedientado, también por algo que muy pocos hombres tienen, como es la lágrima fácil.
Hago mía la siguiente frase:
"Reaccionad a tiempo antes de que España se nos muera entre las manos" D. Blas Piñar.”
De lo contrario, España se dividirá en naciones, y será presa fácil del Islam.
Saludos y ¡¡AE!!

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