Historia Gráfica de la Falange (1931-1937)




Editorial Actas. Autor: José Luis Jerez Riesco. Presentación en sociedad: 13 de diciembre de 2018. Festividad de Santa Lucía, patrona de la luz y de los escritores. Lugar: Salón de actos de la Universidad San Pablo CEU. 140 asistentes
Presenta: Javier García Isac. Director de Radio Ya
Intervienen: Salvador Ceprián, Fernando Paz, Luis Eugenio Togores, Martín Ynestrillas y el propio autor.
 
Hoy colaboramos en presentar una magnífica obra, eminentemente fotográfica, que recorre la historia de La Falange Española primigenia:

Al margen de que esto esté a punto de ser delito en España, y de que solo ello justificaría la obra, lo cierto es que cabe preguntarse el porqué de la publicación de este libro ahora, cuando parece que los tiempos no acompañan para hablar de estas cosas, y cuando el insulto, la mentira y la tergiversación históricas hacia esta formación política, están a la orden del día: Todavía resuenan en mi cabeza las soeces y gratuitas palabras ofensivas vertidas sobre la Falange en un programa de máxima audiencia, por uno de sus concursantes y refrendada por la directora de la Academia del concurso, en antena y secundado después por los principales líderes de la formación marxista Podemos, mediante Redes Sociales, justificando no sólo los insultos gratuitos, sin explicación ni motivo ninguno, sino afeando la propia petición de excusas, por parte de la cadena nacional, reconociendo la improcedencia del hecho, ante las protestas de los afectados.

Y eso me devuelve a la motivación de este libro y su absoluta actualidad y necesidad de publicación. Porque si la máxima conocida de que “los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla” es hoy más cierta que nunca, no lo es menos la necesidad de comparar, de poner en valor, de entender que las cosas en la historia – y aquí hay varios historiadores de peso que podrán darme o quitarme la razón - nunca son la concatenación de hechos aislados puestos en fila, sino el resultado de trayectorias, políticas, desarrollos, iniciativas y formulaciones teóricas o prácticas  que forman conjuntos bien tramados y de los perfiles y características de sus protagonistas.

Yo no soy historiador, como el resto de los presentes en esta mesa. Soy un simple español, que como otros antes, se enamoró.

Se enamoró del verbo, de la propuesta, de la altura moral, intelectual y humana de unos protagonistas que han dejado grabados sus nombres en el firmamento. Se enamoró de la acción, del desprendimiento de cualquier motivación personal, crematística, terrenal, para entregarse a sus más altas convicciones, a sus más altas obligaciones morales.

Pero soy alguien que, a diferencia de mis ancestros y de todos aquellos que pudieron vivir de primera mano algunos de los acontecimientos recogidos en esta Historia Gráfica, se enamoró y permanece enamorado de todo ello, cuando ni conoció a sus protagonistas, ni conoció la Falange de la Primera hora, ni tuvo tampoco la oportunidad de imaginarla tras el tamiz, ya no de un Régimen que adaptó sus preceptos lo mejor que pudo, supo o quiso - no entro en ello – sino del silencio, la mentira y la manipulación de quienes permanentemente hacen blanco en ellos, al amparo de un supuesto Ministerio de la Verdad en la sombra y de una terrible, sectaria y brutal Ley de Memoria Histórica, que acabará convirtiéndonos en delincuentes.

Y es que muy grandes han tenido que ser los fundadores de esta épica, de esta poesía, de esta forma de entender la vida que es el Nacional Sindicalismo, para recibir sobre sí tanta miseria y para, pese a ello, perdurar en el memorial colectivo tanto tiempo y con tal luz propia que ningún arranque de placas, ningún borrado de gestas, ninguna persecución política podrá nunca acabar con ellos.

Solo el olvido podría hacerlo. Y este volumen será una magnífica manera de combatirlo.

¿Se imaginan ustedes los libros de dentro de 80 años, explicando esta época actual y a sus protagonistas? Piensen por un momento en Pablo Iglesias (el de la coleta, no el otro), en Pedro Sánchez, en Pablo Casado y en tantos otros. Ahora piensen en su aportación y bagaje intelectuales a la historia de España. Piensen en Echenique, en Errejón. Piensen en los másteres de Cifuentes y Casado, en los doctorados de Sánchez, en las diatribas e insultos de Echenique y Errejón. En “La Tuerka” de Pablo Iglesias y Monedero”….

Y ahora cierren un momento los ojos y piensen en José Antonio Primo de Rivera, en Julio Ruiz de Alda, en Ramiro Ledesma Ramos, en Onésimo Redondo….

Todos ellos fueron intelectuales de pura cepa. Criados en ambientes rurales dos de ellos y en ambientes políticos y militares los otros dos, forjaron sus mentes y sus intelectos a base de estudio y de trabajo. Alcanzaron sus titulaciones académicas peleando y compatibilizando con las oposiciones a funcionario, con las tareas del campo en algún caso, con la publicación de reflexiones que se convirtieron en auténticos cuerpos de doctrina imperecedera.

Todos compartieron elementos comunes:

·         Todos nacieron en el período que los sitúa entre las generaciones del 98 y del 27, de auténtica desesperación nacional.

·         Todos respiraban por los poros un exacerbado amor y dolor de España.

·         Todos se encendían con las injusticias que padecía el pueblo español y que en tantas ocasiones los había empujado al marxismo.

·         Todos pudieron disfrutar de vidas saneadas, fáciles, acomodadas; Sin tener que preocuparse por nadie porque sus estudios de derecho, milicia, de ingeniería aeronáutica, topografía y fotografía aéreas, filosofía, etc… les hubieran permitido - ya se lo permitía – vivir apartados de ese dolor profundo que respiraban. Todos derrochaban capacidad y competencia.

·         Pero todos optaron, al albur de un nuevo régimen que se dibujaba ya, por entregarse en cuerpo y alma a unas aspiraciones de una España Grande, Libre y Justa, hasta el último estertor.

·         Todos padecieron persecución y prisión.

·         Y todos dieron ese último suspiro en pie. Mirando de frente, proclamando verdades y anticipando victorias, mientras eran acribillados a balazos por el odio de esos que hoy arrancan sus nombres de las calles, ensucian sus memorias o, simplemente, las condenan al olvido. Ninguno cumplió los 40 años, porque todos fueron asesinados. Todos serán siempre, eternamente, jóvenes revolucionarios.

He elegido a dos de los fundadores por razones de tiempo. De José Antonio Primo de Rivera y de Ramiro Ledesma Ramos quizá todos los presentes conocemos más o los tenemos más presentes. Se han escrito ríos de tinta sobre ellos.

Pero repasemos la trayectoria de Onésimo, por ejemplo. Ese muchacho vallisoletano que escribía apretado y sin adornos porque era consciente de que “no tenía tiempo para escribir todo lo que quería decir, como si anticipara que su vida acabaría pronto”. Ese “caudillo de las ideas netamente políticas que no hacía concesiones literarias” de “palabra sobria, sin sequedad, dulce, sin melosidad, alegre sin jaranería, propensa a la síntesis caliente y humana de letrados y labriegos”.

Nació en 1905, en Quintanilla de Abajo, en tierras de labriegos y de campesinos con los que tanto compartía y sudaba. Esa tierra “dura de terrón y canto y de cuando en cuando algún cerro”. Vive en la típica hacienda tradicional “de arado y yunta de mulas”. Fue el sexto de los hermanos de un hogar austero, “mezcla de lo castellano y lo católico: amor a la tierra, a los ancestros y a la tradición”.

De allí bebió la conciencia de Imperio, de idioma y de cultura universales, que tiene todo castellano.

En aquella tierra el ambiente social discurría entre la Sociedad Católica Obrera y el Circulo de Labradores. De chaval destacaba como “alumno sobresaliente e inquieto, sano de cuerpo y alma, comedido en su conducta” que terminó siendo becado en el bachiller y que compatibilizaba sus quehaceres con su participación en las tareas de labranza, que tanto admiraba.

Opositó a Hacienda ganando una plaza de funcionario que le permitió pagarse sus estudios de derecho en Salamanca - verdadera vocación por lo que de justicia llevaba implícito - y cuando terminó, opositó al Cuerpo de Abogados del Estado, superando las pruebas, pero sin alcanzar la plaza. Allí contactó por primera vez con Acción Católica y conoció a Unamuno.

Aprovechó entonces una posición de lector de español y vivió y viajó durante un año por Alemania, asistiendo en primera fila al nacimiento de un nuevo mundo político del que aprendería, pero no importaría. Y estudió y leyó. Latín, alemán, español…

“Nada de introducir y copiar; lo que ocurre fuera es bueno para aprender y malo para importar”, escribiría.

Al regreso, en plena ebullición de sus ansias de justicia y revolución, retoma y refunda el Sindicato Remolachero y de nuevo comprende de primera mano cómo eran las cosas – cómo siguen siendo aún hoy, por cierto -en el campo español. Les habla de la tierra, de la economía agrícola, de la disciplina sindical, de la eficiencia de la unidad labradora.

Con sus 26 “años mozos” será Onésimo el verdadero artífice del “cuerpo jurídico del Estado Nuevo”, formulado a trozos, en artículos, en las Revistas fundadas por él: “Libertad” primero, a dos meses de proclamada la república y con la explosión de violencia y persecución desatada en la calle e “Igualdad” después, desde el exilio portugués. Y hablará de Justicia Social, que hasta entonces eran palabras secuestradas o quizá abandonadas en las bocas y plumas de la izquierda. Y fundará las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica que fusionará con las JONS de Ramiro Ledesma.

Onésimo, Caudillo de Castilla, “algo de huracán y algo de arcángel”, escribirá en 1932: “Abandonad, por el tiempo que la Patria lo pida, vuestro confiado vivir”. Y también “Por España libre, grande y única, respondamos con el arma en la mano a la provocación de los que preconizan el crimen”. Bien sabía él lo que estaba por venir.

Hablaba a estudiantes y campesinos viajando incansable por Castilla. “Parecía como si por él hablaran las generaciones y la tierra, y los montes y los sotos, y los ejércitos y los rebaños, y las naves y los Fundadores. Y los santos. Los del pasado, los del presente, los del futuro.”

“Castilla parecía muerta y él era de los pocos que sabía que estaba viva”. José Luis de Arrese diría de él: “Puso su voz en la política a lo campero”.

Padeció prisión en Valladolid y Ávila y murió como un caudillo antiguo, al frente de su pequeño ejército, apenas una escuadra. Un error de identificación de un camión lo puso frente una partida de milicianos que andaba asesinando curas y concejales sin haberlo conseguido en aquella ocasión. No dudaron en acribillarlo a balazos. Cayó “boca arriba, con los brazos en cruz”, junto a otros dos camaradas más de los que le acompañaban.

Ese día dejaría escrito, minutos antes de marchar hacia Labajos: “La patria resucita como siempre se crearon los imperios: ante el ruido victorioso de las armas”.

Vallamos ahora, por ejemplo, a Ruiz de Alda, el mayor de los cuatro. El único que nació en el siglo XIX y el que, por tanto, me ha obligado a decir que no llegaron a cumplir 40 años. Sin él hubiéramos podido quitarle unos cuantos años a esa edad límite que no cumplieron.

Pertenecía a una familia vasco-navarra, industrial, acomodada de Estella, aunque procedían de Álava. Siempre supo que quería ser militar y a los 16 ingresó en la Academia de Artillería. Participó con su regimiento en la Gran Guerra de Marruecos, una de aquellas preocupaciones patrias consecuencia de la decadencia del 98 y que obligarían a Primo de Rivera a intervenir, y combatió en Beniaroz y Xauen.

Sin embargo, visionario avispado y estudioso de lo que le gustaba, pronto comprendió que la aviación iba a modificar los usos y costumbres tanto del mundo civil como de la guerra, así como la eficacia de los ejércitos y siendo ya capitán se presentó e ingresó con 24 años en el arma de aviación, lo que a la postre, y pese a la dura oposición familiar, cuajada de iniciales amenazas de ruptura, hizo que entrara con letras de oro en la historia de la aviación en general y de la de España en particular, pues protagonizaría, seleccionado por Ramón Franco, y junto a él mismo, a Pablo Rada y a José Manuel Durán, la gesta del Plus Ultra, el primer cruce atlántico por el aire, de un avión. Un hidroavión para ser exactos. (1926)

Reconocimientos innumerables e interminables, medallas al Mérito, Consejo Superior de la Aviación y del Automóvil, presidente de la Federación Internacional Aeronáutica, y empresario de éxito, no parece que fuera a ser candidato a entrar en política, jugándose continuamente la vida, si atendemos a criterios actuales de comodidad y vida resuelta. Era un triunfador, sin ninguna necesidad de saltar a la arena política … pero también respiraba España. Había meditado largo y profundo sobre las causas generales de la decadencia nacional, y se sentía obligado a contribuir a su resurgimiento.

Así que, tras unos devaneos frustrados con la derecha maurista y de Cambó, como tantos otros contemporáneos suyos, terminó cayendo en sus manos un ejemplar de La Conquista del Estado, la proclama de Ramiro Ledesma. Ya no habría vuelta atrás. Ya estaba convencido de la ineficacia del parlamentarismo reinante y se convenció de que la única recuperación posible para España vendría de la mano de una formación nacional y revolucionaria.

Se entrevistó con Ramiro y terminó en el triunvirato de las organizaciones que acabarían fusionándose, dando lugar a Falange Española y de las JONS, pero no en el primer momento.

El aspiraba a un Movimiento Nacional amplio, dirigido a las nuevas generaciones, con un fondo social grande e integrado por estudiantes, trabajadores e intelectuales, “conducido por espíritus convencidos y dispuestos al sacrificio para que no resulte un acto de defensa clasista y de capitalismo cobarde.” Se le llegó a señalar en algún momento como el “jefe del fascismo español”.

En el primer momento, no obstante, fue José Antonio, quien, como a todos, le cautivó. Ya he dicho que todos fueron perseguidos. Conoció haberse dictado su propia orden de detención y la eludió a tiempo pasando a Francia. Allí supo de José Antonio.

Y fue con él con quien fundó Falange Española. Si a Onésimo debemos el “Una, Grande y Libre”, de Ruiz de Alda fue la idea de FE, tanto para el semanario como para la organización, que fue inmediatamente aceptada por José Antonio, por el bonito juego de palabras llenas de significado marcial que incluía: la Fe en la victoria.

Fue redactor, junto a José Antonio, de buena parte de la primera declaración programática e intervino junto a él y a García Valdecasas, y colaboró activamente, en la preparación de aquel Teatro de la Comedia fundacional, precisamente a propuesta de Ramiro.

“Desde hace cientos de años, el estado español es un ente amorfo, mediatizado e impotente, sin decisión para tener voluntad, para tener personalidad, frente a todas las fuerzas movidas por las grandes potencias.”, escribiría.  Y no ha cambiado nada 85 años más tarde.

De aquel discurso fundacional es aquella afirmación de que “España no podía ser una unidad, siguiendo, como ahora, en que el Estado, en poder siempre de unos pocos, no reinan más que luchas de intereses, de clases y de regiones”

Como los demás fundadores, Julio Ruiz de Alda fue asesinado en aquellas sacas del 36, ordenadas en plena preparación de la huida del gobierno de Madrid por Santiago Carrillo, que sí tiene su nombre en una calle de esta ciudad que él convirtió en una enorme cheka de los horrores. Dos más de sus hermanos caerían también por aquella revolución que llamaba a los jóvenes, interpretando las palabras de Ramiro, y otros dos serían heridos en el frente.

Y ahora les pido que vuelvan a abrir los ojos. A mirar a su alrededor, que vuelvan a pensar en todos esos personajes que antes mencioné y busquen al héroe, al intelectual, al político – al político íntegro, capaz y con algo que decir – me refiero. Busquen en lo cotidiano y díganme si resisten cualquier comparación. Si no era absolutamente imprescindible publicar esta obra para que los nuestros no caigan en el olvido.

Soy biznieto de mártir de Paracuellos, nieto de jonsista de la primera hora e hijo de falangista Ninguno tendrá la oportunidad ya de reconocerse en este libro en el que, de alguna manera, se encuentran inmersos y reflejados. Pero es imprescindible para que puedan conocerlo mis hijas.

Martín Ynestrillas

(Versión completa, tal y como fue preparada. Por razones del directo y de límites de tiempo, la realmente pronunciada difiere ligeramente de esta)

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