El mejor martillo para Idiotas

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Editorial al programa del 12 de febrero de 2019
Democracia para idiotas, de Pedro F. Ramos Josa 
Cuando aún están frescos los ecos de la manifestación convocada por la derecha española de tres sabores, anunciada como exégesis de la democracia pura y el constitucionalismo democrático, y que sin embargo fue tachada justo de lo contrario por parte de aquellos contra los que se convocaba….
Cuando acaba de empezar una de esas “fiestas de la democracia” que es el funcionamiento de los poderes “independientes”, contra quienes deliberadamente han pretendido violar no solo el ordenamiento jurídico, sino y sobre todo la esencia misma que da continente a cualquier contenido legal – y no al revés – como reiteradamente se nos hace creer con frecuencia, esto es, la nación soberana…
Y cuando los que en el banquillo se sientan dicen estar siendo sometidos a un proceso represivo, dictatorial y antidemocrático por un estado opresor… que les permite entrar y salir de España, presentarse a las elecciones y ser elegidos, gobernar y disponer de todos los medios económicos e instrumentales…. no cabe duda de que algo ha pasado con la terminología al uso, que sirve para definir una cosa y su contraria sin que a nadie le arranque el menor sonrojo.
En virtud de esa terminología supuestamente democrática, se validan y acuñan además otro montón de términos, a los que se da carta de naturaleza, y que sirven, por lo visto, para valorar la calidad de aquella. Así, en uso de una supuesta libertad de expresión, los políticos más variados se insultan a modo usando, eso sí, términos comunes donde el preferido es, sin duda, el de fascista.
Esa manifestación a la que nos referíamos fue convocada, en principio, contra las actitudes de un jefe de gobierno que no solo no es diputado, sino que tampoco cuenta con más respaldo para gobernar España, que aquellos que quieren destruirla y a los que, democráticamente, prometió convocar elecciones inmediatas para obtener su apoyo en la democrática moción de censura tas la que, sin embargo, no tienen mecanismo legal alguno para hacer cumplir tal promesa.
Pedro F. Ramos Josa, el autor
Es más, cuenta solo con esos otros que hoy están sentados en el banquillo, en ese juicio “dictatorial, represivo y antidemocrático contra la República Catalana” – esa que sólo existe para los idiotas – y que le exigen como contrapartida a unos presupuestos para España, que acepte negociar cómo salir de ella, anulando además de inmediato, todo proceso judicial que, según cabría suponer, sería cosa del ejecutivo y/o del legislativo, y no del judicial, como aparentemente mandan los cánones democráticos.
Esos tipos a los que el “felón de la Moncloa” según lo ha tildado Pablo Casado, les había concedido, entre otras cosas, un negociador internacional, un mediador, un relator, dentro de una propuesta infumable de 21 puntos, que ni con la mejor de las intenciones podría denominarse democrática en ningún país del mundo.
Así que no cabe duda de que hoy más que nunca conviene sentarse a estudiar y redefinir conceptos. A aprender nomenclatura, significados generales, contenidos reales para palabras reales cuyos valores han sido sepultados bajo una maraña inextricable de mentiras, de difamaciones y usos torticeros del lenguaje sin más valor que la perpetuación de situaciones de poder político, a costa de mantener la muerte civil del adversario, convertido una vez más en enemigo.

Humberto Pérez-Tomé, el editor
Sin embargo, eso vale para todos. No por repetir muchas veces la palabra democrático o democrática las cosas ganan valor. Antes, al contrario, lo pierden con frecuencia. Justicia democrática, memoria democrática, estado democrático, constitución democrática, democracia parlamentaria, democracia liberal, democracia cristiana, prensa democrática, democratizar la cultura, la televisión, el teatro… No hay un concepto tan vapuleado en el lenguaje – también democrático – como la palabra democracia. Bueno, si exceptuamos las palabras fascista y Constitución. Pero sobre ellas ya volveremos cualquier otro día, que hoy con tratar de encontrar significado y valor real a la palabra democracia nos damos por satisfechos. Significado, valor y quizá, alternativa.
“En la democracia ateniense se solía llamar idiotes o idiota a quien se zafaba de las obligaciones de la ciudadanía, el orgullo de la ciudad tal como expone Pericles en su oración fúnebre”. Así comienza José María Marco su prólogo a Democracia para Idiotas que nos servirá hoy de hilo conductor para nuestro programa.
Sostendrá su autor, D. Pedro F.R. Josa, en esta obra publicada por la editorial Sekotia, una enconada defensa de la democracia representativa, frente a la democracia directa – otra vez la condenada palabra – tratando de ilustrar su exposición, ya no con la antigüedad, que también, sino con ejemplos actuales en tiempo real, llega a afirmar. Negará, de hecho, categóricamente, que la democracia directa sea verdadera democracia, y la tildará de puerta de la tiranía.
Pero rara vez dudará del método. Pocas veces, por no decir ninguna, cuestionará el mecanismo más allá de la formalidad de conceder o no, representación directa. Incluso afirmará que la representación es, de facto, la manera de no ser idiotas, ni los gobernantes ni los ciudadanos: ya saben, de no zafarse de las obligaciones ciudadanas que “la democracia” nos ha asignado.
Triste papel el que confiere esa democracia, en opinión de este editorialista, a cualquiera que sienta de verdad la necesidad de participar en los asuntos ciudadanos. Y triste marco el que, por lo visto, se limita al marco democrático liberal para cualquier nación avanzada.
Afortunadamente, este espacio sirve para cuestionarse algunas cosas a la luz de quienes se molestaron alguna vez en pensar y en escribir, y de quienes nos molestamos en leer. Y tengo la convicción de que las conclusiones a las que llega nuestro autor de hoy no son aceptadas universalmente.


Norberto Pico, Jefe Nacional de Falange Española
“El valor de la democracia es puramente instrumental. La única razón para preferir la democracia a cualquier otro sistema político es que es más efectiva para obtener resultados justos, de acuerdo con unos criterios de justicia independientes del procedimiento. La democracia no es diferente de un martillo. Si podemos encontrar un martillo mejor, deberíamos usarlo. Y deberíamos ser capaces de construir un martillo mejor que la democracia.
La democracia es una herramienta. Si encontramos una herramienta mejor, deberíamos sentirnos libres para usarla. De hecho, tenemos la obligación de usarla. La Justicia es la justicia. Las malas decisiones no se convierten en justas simplemente porque hayan sido decretadas por la política. Las decisiones políticas son de gran trascendencia. ¿Cómo se atreve alguien a tomar esas decisiones de manera incompetente?
Cuando digo que la democracia es un martillo, quiero decir que es un medio para un fin, pero no un fin en sí misma. La democracia no es intrínsecamente justa. No se justifica por razones procedimentales. Cualquier valor que tenga la democracia es puramente instrumental.
Ninguna forma de distribuir el poder político es intrínsecamente justa o injusta. Existe una verdad independiente del procedimiento sobre cuáles son los fines justos de un gobierno, sobre qué tipo de políticas gubernamentales se deben implementar o qué resultados deberían producir los gobiernos. Deberíamos usar cualquier forma de gobierno – incluida la ausencia de gobierno – que persiga esta verdad independiente de la manera más fiable.”
Contra la Democracia, Jason Brennan
Los últimos cuatro párrafos no son una opinión de quien esto escribe; son un extracto de otro documento interesante: “Contra la Democracia”, de Jason Brennan, publicado por Deusto dentro de la Colección de Ensayo Político del Instituto Juan de Mariana y que tiene también como hilo argumental las distintas formas democráticas de participación, así como sus propias tesis heterodoxas acerca de cómo hacerlo.
No hay seguramente una única solución y, desde luego me niego a aceptar que la buena sea la forma actual, que tan corrompible y maleable ha resultado en tan poco tiempo.
En esta mesa, estoy seguro, vamos a poder encender algunos debates al respecto y quizá algunas alternativas experimentales. Los invitados tienen la palabra
Les ha hablado Martín Ynestrillas y esto es Somos Libro
Invitados:
Pedro F. Ramos Josa (autor)
Humberto Pérez Tomé (Editor)
Norberto Pico
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