Manifestarse o no manifestarse, he ahí el dilema
Llevo varios
días debatiéndome entre la asistencia al domingo a la manifestación convocada en
Madrid y la no asistencia.
Cuesta trabajo
sumarse a una iniciativa que se convoca desde el sistema, para el sostenimiento
del sistema y por algunos de los más importantes protagonistas del sistema,
cuando la realidad es que debería ser convocada contra el sistema que ha hecho
y seguirá haciendo posible el estado actual de cosas y contra el que – este sí –
se manifestará el pueblo de Madrid y mucho me equivocaría si no afirmo que el de
toda España.
Porque no nos
engañemos: a la manifestación acudirá, sin duda, la plana mayor de los barones
del PP – con notables ausencias que aún son más acusadoras – la de Ciudadanos,
que en esta ocasión tiene la veleta apuntando en la misma dirección que el
resto, porque es el viento que sopla, y la de Vox; con todos los rescoldos - los
dos últimos citados - de líderes procedentes de PP y PSOE en sus diversas versiones
incluida la cuasi extinta UPyD y quizá algún verso suelto del PSOE.
Acudirán también
los militantes comprometidos de todas las formaciones convocantes – muchos o
pocos - pero sobre todo acudirá el pueblo español que, sin tener claro el sentido
de su próximo voto, ni importarle ahora mismo un carajo, sí sabe que nos encontramos
ante, quizá, la última disyuntiva frente al independentismo que -tampoco nos
equivoquemos con esto - hace, como el escorpión de la fábula, lo que tiene que
hacer, lo que va en su carácter miserable.
La disyuntiva,
por tanto, no es si este es el último asalto del tarado de Torras y Puigdemont
al estado español, a su unidad territorial, a su historia, su cultura, su
futuro y sus gentes. La disyuntiva es si el felón de Sánchez, heredero
inmediato de las felonías bipartitas anteriores, aunque con un nivel de
desarrollo y concesiones mucho más notable, va finalmente a claudicar ante el
separatismo, de manera definitiva y a romper en mil pedazos nuestra patria y
nuestra convivencia.
Y a esa
conclusión sí que parece haber llegado el pueblo español analizando los acontecimientos
recientes, donde el relator no es más
que la anécdota, el corolario, la prueba del nueve, si se prefiere, de la ejecución
programada del delito de Alta Traición que, en tan sólo 8 meses, sin más
respaldo que el de los propios enemigos de España, está ejecutando al dedillo
el falso doctor de los manuales de resistencia por encargo remunerado, con cargo
a pingües fondos públicos de “marca España”.
Es decir, que
convoca el arquetipo del mal, a combatir su propio mal, el mal que han
contribuido a generar, legislatura tras legislatura, los mismos tipos y sus
herederos, que lo hicieron posible. Pero acudirán probablemente a la llamada
todos los españoles que consideran que los asuntos hay que resolverlos de uno
en uno y por orden de importancia.
¿Alguien puede
ignorar ahora que las exigencias del miserable Torra y toda su cohorte, son
consecuencia directa de elevar un punto más, un peldaño más, las torticeras
exigencias realizadas a todos y cada uno de los presidentes pasados y presente
y de haber logrado siempre los objetivos anteriores? Si alguien lo niega sencillamente
miente, se engaña y pretende engañar a los demás como si fuéramos idiotas.
Aun resuenan
en la cabeza de cualquiera que lea un poco, las frases en la intimidad, las exigencias
impuestas por Pujol, las concesiones obtenidas una y otra vez por Artur Mas, de
“felones” (Pablo Casado Dixit) como José
María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy Brey y ahora Pedro
Sánchez.
No, no es que
exculpe a González, Calvo Sotelo o Suárez de estas felonías; es que como a todo
hay quien gane, no necesito hacer un repaso exhaustivo de las felonías pasadas
para justificar el presente, porque con los citados en primer lugar ya tenemos
para un curso monográfico.
Nunca pensé que
se pudiera llegar a hacer, si no bueno, menos malo a González, pero Zapatero se
empleó a fondo con notable éxito y vaya si lo logró, dejando la marca casi inalcanzable,
antes de que las fotografiadas manos del líder carismático del rencor y la
falsificación, del felón Sánchez batieran el último registro.
Nunca pensé
que la refundación del Partido Popular en un tipo que aparentemente se parecía poco
a Suárez fuera capaz de superar en felonía al anterior y lograr algunas de las
más altas cuotas de entreguismo y desafección patriótica de nuestra historia, pero
si eso parecía difícil, ya lo de su delfín Rajoy tocaba lo delirante; Ambos lo
lograron.
Así que el
primer impulso me hace maldecir a los convocantes y mandarles a escardar cebollinos.
A que sus aquelarres pre electorales se los coman ellos con patatas, a ser
posible podridas, tan podridas como las que hay en las despensas de muchos
españoles a los que se exige e incita al patriotismo mientras se recortan sus
derechos, se manipulan sus ingresos, se condena a la precariedad laboral y se
exige mayor productividad, que no es otra cosa que trabajar más tiempo, con
mayor intensidad por los mismos menguantes salarios que pagan a sus neoesclavos
importados de cualquier parte del mundo bajo el manto falso de la solidaridad.
Pero cuando
estoy en esas me acuerdo de que los espacios políticos son como el agua de un
recipiente: rellena todos los huecos, siempre llega a todas las paredes y más
alto o más bajo, ocupa toda la superficie hasta que se evapora.
Y recuerdo el
15-M. Aquella oportunidad surgida del pueblo en contra de todos estos mismos
convocantes y no convocantes de hoy – pues incluía también al PSOE y que en realidad
era contra el Sistema y su falsa democracia – y que se malogró porque algunos –
grupos que no personas - no estuvimos a la altura.
Porque nos
pudo más el temor a la mala compañía que el camino a recorrer. No quisimos
mezclarnos entonces con los que finalmente ocuparon aquel espacio – Podemos y
sus confluencias – pese a que compartíamos de “pe a pa” todo el discurso social
por el que estábamos tan indignados como ellos.
Abandonamos aquella indignación y el agua morada, pronto tan corrupta y perversa como la que decían combatir, se apoderó de todo y domesticaron la protesta, sistemizándola una vez más.
Abandonamos aquella indignación y el agua morada, pronto tan corrupta y perversa como la que decían combatir, se apoderó de todo y domesticaron la protesta, sistemizándola una vez más.
No soy sospechoso.
Yo estuve allí. Varios días compartí aquella indignación del 15M, hasta que por
incomparecencia
propia empezó el sesgo, y mis artículos y posiciones al respecto me costaron no
pocos reproches entre “los nuestros”.
Hoy muchos de
esos “nuestros” no dudan en
manifestarse con toda la bazofia derechoide de este país que convoca el domingo
y contra la que no parecen tener los mismos reparos que tenían por el otro
extremo en aquellos años de indignación y cólera. Hoy muchos de aquellos "nuestros", pocos, todo hay que decirlo, que apoyaron mis tésis de no desertar, muestran también serias reticencias a hacerlo el domingo. Ambos tendrían que hacérselo
mirar. Porque tanta distancia tenemos con unos como con otros. Y al final no se trata de quien te acompaña en el camino sino de a dónde va ese camino.
Pero no yo. Yo no necesito mirar mucho más. Porque ni
tuve reparos en indignarme con los indignados, ni finalmente los voy a tener
este domingo en movilizarme con los que se movilizan por la unidad de España y
en contra de la traición de su Ejecutivo.
Porque ni me importó
entonces la compañía ni me importará hoy, con tal de que el camino a andar sea
el correcto y la meta la misma.
No me manifestaré
con el PP, CD´s o Vox, ni por sus principios constitucionales, ni su estado
autonómico ni su régimen de precariedad. Me manifestaré en el mismo sitio que ellos,
justo por lo contrario y contra ellos también, pero en orden de prioridades.
Lo haré con mi
coalición #ADÑ, desde Callao, y junto al resto de patriotas decentes de toda
condición a los que no pienso abandonar en esta batalla, como no lo hice antaño
en la Puerta del Sol. No les pregunté entonces de que partido eran y no lo haré
hoy.
Porque ceder
ese espacio a la derecha liberal, será volver a renunciar a liderar nuestra
lucha y dejar que otros lo ocupen, quizá vestidos de verde pistacho. Porque ya
incomparecimos una vez y lo estamos pagando sin saberlo. Porque no podemos
seguir incompareciendo cada vez que toca arrebato.
Porque quizá esta ocasión pueda ser la última oportunidad no cruenta de impedir la felonía.
Por todas
estas razones y sin que me entusiasme la idea de coincidir con sus falacias,
#YoVoy
Comentarios
Yo no iré por eso: creo que quieren blanquear y normalizar a VOX, alejarlo de opciones como DN, ADÑ, Hogar Social Madrid, etcétera... y qué mejor excusa que la del domingo: que salga Abascal diciendo que ellos no tienen nada que ver con Falange, etcétera
Eso es lo que me dice mi intuición