Ramírez y sus inclinaciones

Desde hace un par de años soy motero. Urbano, pero motero. Los de las motos rápidas y estilizadas, los de las "turing", los de las de "trial", los de las "custom" y todos los demás se ríen de nosotros, nos señalan con el dedo, dicen que nuestras motos son automáticas y que... ¡vamos que no son motos! Somos los de las "maxi-scooters". Pero yo sólo le encuentro ventajas. Cierto es que soporto las inclemencias del tiempo y empeoro en carrocería, pero he ganado tiempo, he mejorado mi humor y bajado mis costes. Pero lo más importante: con el casco puesto, ¡me ahorro las tertulias radiofónicas de esa panda de pedantes derechoides entre los que destacan Losantos y, cómo no, Ramírez y "nuestro periódico".

Ayer, sin embargo, el frío me pudo y decidí volver a casa, desde mi despacho - ya tarde - en coche, dejándo la moto en el garaje. El primer aviso no se hizo esperar: la desesperante tertulia de los economistas, con César Vidal, seguía tan certera en el diagnóstico como infumable en la solución: libre mercado, libre competencia, subidas de precio de las energías y bajadas de impuestos, despido bartato y liberalismo capitalista a ultranza como únicas fórmulas para el rearme económico. No es mi intención hacer aquí un tratado de todos estos aspectos, que sin embargo abordaré sosegadamente en ocasiones ulteriores, pero vaya por delante que, desde luego, la fórmula, desde la óptica liberal, puede funcionar, pero desde la óptica racional de justicia, equidad y garantías para todos, ¡años luz!.

Pero como decía esto sólo fue un aviso. Esta mañana ya se me había olvidado que debía volver a la oficina en coche y que llevo puesta la Cope, por eso de llegar a la oficina con la adrenalina en máximos; y cuando quise reaccionar... ya era tarde. Reconozco que me engancho, que les insulto desde mi soledad, que me enfado con unos y con otros, pero que mientras estoy en el coche, les escucho. ¡Lo confieso! ¡Oigo a Losantos y a Ramírez aunque no les soporto!

En el castigo vendría la penitencia. El máximo representante de la pedantería, la conocida pareja de Exuperancia Rapú, el del corsé rojo y la lluvia dorada que Vera y los suyos nos mostraran a precio de cárcel, en su día, el marido de la modista excéntrica estaba... ¿dictando una conferencia?

Al menos su tono distaba de querer ser de debate y discusión y se parecía más al que asevera, mientras se escucha, y espera el aplauso unánime de la aburrida concurrencia, diga lo que diga.

Y lo que ha dicho hoy no tiene desperdicio: se ha permitido establecer una escala de valores entre los terroristas miembros del mismo grupúsculo asesino - me niego a llamarlo comando - De Juana Chaos y Soares Gamboa. ¿En virtud de qué? Del supuesto arrepentimiento y reintegración del segundo, "tras la reflexión propiciada por su tiempo en prisión".

Pero ¿este sujeto es anormal? ¿De qué período habla? Soares Gamboa vivió su retiro dorado, trasladado en aviones militares españoles en centroamérica, tras el fracaso de uno de los procesos más vergonzantes de negociación emprendidos hasta entonces por gobierno alguno - las conversaciones de Argel - hasta que Zapatero se encargó de batir el record. Tras nueve años en semejante situación de "penuria", utilizó a Atutxa - encantado por cierto - a la Cope, a Pedro J., a Garzón y al ínclito Marías Antolín, junto al ya fallecido Antonio Herrero para exigir su regreso pactado a España y ...¡empezar su proceso de reinserción!

Su carta decía así:

"Necesito que me ayude a hacer mi transición particular de militante de ETA a ciudadano normal de la sociedad a la que pertenezco". "Los argumentos por los que antes luchaba ya no existen, se desvanecieron". "Nuestra particular forma de entender la liberación nacional no tiene sentido, y menos matando".

¿Alguien en su sano juicio entiende en esto alguna muestra de arrepentimiento? ¿Hemos de entender que antes sí y ahora "no se dan las razones"; que ser un "ciudadano normal" de la sociedad "a la que pertenezco" es un estatus que le puede dar Atuxa al asesino de 25 personas? ¿Qué criminal, convicto, incluso colaborador y confeso, en este país o en cualquier otro, se libraría de una larga condena, de una cadena perpetua o de la muerte en la silla eléctrica, incluso si de verdad hubiera pedido perdón? Y lo más grave ¿donde está la renuncia expresa a "la liberación nacional", particular o no, de esta rata miserable. ¿De quién se tiene que "liberar", excepto de las prisiones del resto de los españoles? ¿Es que no es acaso esa la causa primera y última de todas sus muertes, sus aberraciones, sus torturas, su propia existencia: la maldita "liberación nacional"?

Yo mismo, de regreso a España este canalla, le escribí una dura carta a la prisión de Soto del Real. No tengo que explicar en qué términos le exigía al asesino de mi padre una muestra de arrepentimiento y una petición de perdón. Me contestó. Aún conservo aquella carta; soberbia, orgullo, indecencia moral; ni una sola línea denotaba arrepentimiento alguno. No escribió una sóla vez la palabra perdón. Se autojustificaba permanentemente y ... me amenazó con no mantener correspondencia conmigo si se producía en quellos términos, los de un hijo al que aquel miserable le quitó la vida de su padre. ¡Como si yo tuviera el menor interés en establecer una relación epistolar con aquella escoria asesina!

El mismo Pedro J. patrocinó un libelo escrito en comandita por el asesino Gamboa con la inestimable ayuda de Matías Antolín. Un libro - "Agur Eta" - que destilaba desprecio hacia sus compañeros de banda, hacia el resto de los asesinos, hacia la sociedad en su conjunto, pero en el que no se incluía un sólo dato que la policía ya no tuviera y por el cual no hubieran sido ya condenados los por él señalados. Un libro en el que el desprecio no era por su condición de asesinos etarras, no, ¡era porque ya no le respetaban! ¡a él que según decía de sí mismo era el mejor, el más despiadado asesino que ETA tenía! Eran disputas de burdel entre zorras viejas.

Acudí a la presentación que ambos - Pedro J. y Antolín - junto a Antonio Herrero, hicieron en la Sociedad General de Autores, si no recuerdo mal. Tras oir sus mentiras llegó la hora de preguntar. Y lo hice. Pregunté algo tan sencillo como si el autor Gamboa recibía sus correpondientes beneficios por la venta del libro. Ante los titubeos y la falta de respuestas pregunté si serían embargados los ingresos en beneficio de las víctimas a las que esa rata debía tantas indemnizaciones. Tampoco obtuve respuesta. Entonces espeté a Antolín si donaría lo recaudado a la AVT, para que de alguna forma llegara a las víctimas. Antolín, histérico, llegó a comprometerse en público, pero fue Ramírez - sí, tú, Pedro J.- el que le indicaste que "no tenía por qué hacerlo". Quizá el sí sabía que eso era imposible, en funcion de los compromisos tomados ¿con el etarra asesino?. Lo cierto es que nunca llegó un duro de aquel libro que sí cumplió su cometido: apalancar el supuesto arrepentimiento de Soares Gamboa.

En la presentación del libro, en San Sebastián fueron los presentadores Atutxa y Baltasar Garzón, el de la desmemoria histórica, para según quienes. Habían pasado dos años desde su ingreso en prisión, y once desde sus asesinatos. Había pasado tan sólo dos años en prisión y ya escribía libros, gozaba del favor de todos los mencionados y concedía entrevistas a la COPE. ¡Y se permitió el lujo de exigir el régimena abierto, que por cierto no tardaría en conseguir, mediante una huelga de hambre que, por supuesto, abandonó en tres días, pero que fue el detonante de su puesta en libertad! Era el 6 de noviembre de 1997.

¿Y ese mamarracho que dirige El Mundo, le otorga su perdón y su distinción? ¿Pero quién c.... eres tú, para otorgar perdones y reinserciones? ¿Con quién has empatado tú, Pedro J.? ¿Desde cuándo te atribuyes la balanza ciega de la justicia? ¡Vete a hacer puñetas, Pedro J.!

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