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Mostrando entradas de febrero, 2009

Antonio Tejero Molina: Mi padre (por Ramón Tejero Díez)

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Recibo de mi buen amigo, compañero de muchas fatigas, pero sobre todo, de mi director espiritual, mi sacerdote, el hombre que me casó un día de la Hispanidad en la Basílica del Valle de los Caídos, una carta enviada a los medios y publicada el pasado sábado en ABC.es Ramón, Moncho, como le llamamos los que hemos crecido junto a él, es un sacerdote. Un leal y auténtico sacerdote; eso, para muchos lo dice todo. Conviví con él durante las muchas horas de prisión que precedieron al 23 de febrero, en la denominda Operación Galaxia, y juntos hemos recorrido muchos viajes. Compartí con él sus descubrimientos en el lejano Perú, donde se entregaba con los Siervos de los Pobres a deshacer los desmanes de Sendero Luminoso - terribles donde los haya - y a llevar los Sacramentos hasta donde su exausto cuerpo de entonces se lo permitió. Recuerdo incluso cómo publicamos un reportaje en el dominical de El Alcazar, donde entonces yo trabajaba, a su regreso a España, para terminar sus estudios y ordena

Democracia en estado puro

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Candidatos a la Xunta apartados de su provincia por robar en paraísos fiscales; presidentes autonómicos que gastan en sus coches, sus despachos y su servicio cantidades insultantes de nuevo rico; jueces de pacotilla al servicio del poder constituido ... por él mismo; desaparición de la separación de poderes; alcaldes corruptos hasta el tuétano que sólo se preocupan de quién filtró su corrupción, de cuáles eran sus intereses y de asegurarse que nadie les sucederá en la mecedora de poder corrompido; periodistas de pacotilla, mediomédicos que hacen del delito una sorna, de la vejación humor; alcaldes borrachos que se felicitan por ello; filtraciones judiciales en contra del enemigo electoral – que no político – por ver quién pringa más al oponente de este festín; cacerías de a 4.500 € entre el hambre, el paro, la desesperación del pueblo, a la que acuden los ministros del poder ejecutivo, las vedettes del poder judicial y los comisarios de cualquier época, siempre mamporreando al poderoso