Una experiencia vital y enriquecedora
Quiero compartir con mis lectores una experiencia:
Al principio de este curso escolar conté, en más de una ocasión que, como consecuencia de la crisis y de cierta toma de conciencia, cambié a mi hija de colegio. Nunca creí que la experiencia fuera tan enriquecedora.
Al principio de este curso escolar conté, en más de una ocasión que, como consecuencia de la crisis y de cierta toma de conciencia, cambié a mi hija de colegio. Nunca creí que la experiencia fuera tan enriquecedora.
Se llama Kolbe y está en Villanueva de la Cañada. Los niños visten de verde – será por la esperanza que llevan a tantos hogares – y son estupendos. Mucho más que estupendos. No hay día que no me sorprendan con alguna iniciativa, con alguna idea, puesta en marcha de la manera más natural, sin alharacas, sin fariseismo, sin darle importancia. Cuando no es una cena para poner en marcha unas becas es la creación de un mercadillo; cuando no es la recogida de alimentos es...
Durante el año, cada semana, los chicos “exigen” en sus casas - o se buscan la vida si ya tienen edad para ello – alimentos no perecederos, material de higiene personal, alguna ropa, cosas de primera necesidad, y las almacenan en el colegio – que cede un espacio para ello – hasta que un adulto de la localidad lo traslada a su casa – a su garaje – y nos convoca a los voluntarios. Es la casa de quienes, en el pueblo, organizan Banco de Solidaridad, también conocido como banco de alimentos.
No os imagináis la maravilla que se produce allí. Por parejas, más de dos docenas de voluntarios de todas las edades se mezclan entre los montones de cajas y, bajo su tutela, organizan “las cajas”. Así lo llamamos. Cada pareja – matrimonios, padres e hijos, amigos - se ocupa de una familia de la que conoce, cada vez más, toda su situación. Trabajo, necesidades, hijos y sus edades, oportunidades, cumpleaños... sus circunstancias personales por las que, de repente, de manera inesperada, les cambió la vida. Toda la precaria estabilidad de la que gozaban se viene abajo de la noche a la mañana y se quedan dependiendo de un modo de vida que ya no sólo no se pueden permitir, sino del que no pueden salir alegremente.
Y entonces aparece el Banco. Dios proveerá dice “la jefa” cuando faltan cosas y aún hay dos familias a las que no hemos podido preparar su “caja”. Y de repente llega un rezagado y aporta más cosas.
Aún recuerdo cuando mi mujer solicitaba las primeras instrucciones: "entonces llamo de parte del Banco de Soldaridad", dijo. La respuesta fue contundente: "De parte, no; tú eres el Banco de Solidaridad".
Las familias han acudido a los servicios sociales y estos, desbordados, o quizá paralizados por la magnitud de la crisis y de la cantidad de respuestas que no dan, las remiten al Banco.
Y el Banco busca voluntarios y redobla sus esfuerzos por lograr más “cajas”, y los chicos hacen más cenas en el colegio que sirven ellos mismos con una dulzura, una profesionalidad y una alegría que encogen el alma, y más rifas y más mercadillos...
Y Dios provee de más manos, de más voluntarios, de más alimentos... aunque desgraciadamente todavía nos faltan 12 familias a las que asignar voluntarios y a las que hacer “cajas”. Porque nosotros, en casa, desgraciadamente, fuimos los voluntarios de la última familia sólo un ratito. Enseguida hubo más familias y su número sigue creciendo.
Otros voluntarios – colaboradores, les llaman, pero tan voluntarios como los demás – se ocupan de las recogidas más grandes: restaurantes, comercios, instituciones, particulares generosos, otras organizaciones solidarias como Cáritas, a los que trasladan nuestras necesidades, y coordinan con otros Bancos las disponibilidades. Todo un mecanismo que ocurre, como digo, de una forma tan natural y humana, con tal alegría entre los participantes, que resulta difícil desentenderse.
Ahora han llegado las Navidades, que esta comunidad católica vive de una manera especial, y una vez más se redoblan los esfuerzos.
El sábado preparamos “La caja”. Era especial, pues habíamos podido dar respuesta a necesidades más complejas (cochecito de bebé, un tendedero con el que poner un poco de orden en la casa de una familia de cinco niños y otras cosas así) y porque los voluntarios y colaboradores hicimos un esfuerzo por incluir, de manera excepcional, cosas perecederas como frutas y otros productos que, lógicamente, hubieron de ser recogidas de los donantes y entregadas a las familias el mismo día. Eso hacía el día en “el banco” especialmente caótico y a la vez maravilloso, pero se logró preparar una entrega navideña un poco especial.
Por la noche en el Kolbe, a iniciativa del APA y con la inestimable colaboración de los alumnos de 4º de la ESO, tuvimos cena solidaria. Dos papás haciendo sainetes, el coro de padres cantando preciosos villancicos, sorteos, subastas. ¡Hasta los decorados y adornos se subastaron! Todo a beneficio del Banco, que es la necesidad próxima e inmediata, pero ¿terminaba todo ahí? Ni mucho menos.
A la mañana siguiente, con las primeras luces y a cuatro grados bajo cero, en la misma plaza de España de la localidad, un montón de locos nos concentrábamos para descargar sartenes gigantes, fogones portátiles de gas, bebidas que no hacía falta enfriar, vino caliente con canela, carpas y tenderetes, cientos de kilos de migas de Tomelloso, dulces, juguetes, regalos...
No puedo explicar la sensación que me embargó. Soy un hombre de profundas convicciones religiosas, pero de pocas manifestaciones externas – o eso creo yo – pero aquellos hombres y mujeres enterrados en abrigos, guantes y mandiles verdes llegaban al alma. De manera espontánea formaron un círculo, dieron gracias de estar allí por sexta vez consecutiva – para mí era la primera – y rezaron una oración. Y acto seguido se puso en marcha el campamento improvisado.
¡Eran las migas solidarias a beneficio de las obras de CESAL en Uganda, Méjico y Perú!. Montamos las carpas y las mesas, se encendimos las cocinas y se empezó a trabajar. Aquí un puesto con los juguetes donados o recogidos, allí otro con dulces, mantecados, tartas. Más allá uno de muebles, otro de libros, de regalos, de vídeos y DVD's. Una zona de juegos para los niños, un teatro, un mago, unos talleres infantiles... Todos voluntarios.
Una carpa enorme bajo un título: Exposición; o, como decía el incansable agitador del micrófono: Explicación, porque aquellas fotografías explicaban muy bien por qué aquel grupo de voluntarios estaba allí, una vez más, bajo el frío polar de estos días, con una sonrisa en los labios y una alegría indescriptible.
El pueblo se volcó en las maravillosas migas con vino caliente y, una vez más, los fondos recaudados viajan a Huachipa, Oaxaca, Kampala...
Pero faltaban los chiquitines. El martes organizaban su tradicional Belén viviente que en esta ocasión era un musical. No tengo que explicar a casi nadie lo que supone este follón en cualquier colegio, pero mereció la pena. Sobre todo porque, terminada la función, los pequeños de primaria y secundaria montaron en el patio su particular “mercadillo” y - con sus propios juguetes, libros, muñecos y vídeos - recaudaron otro poquito para el Banco de Solidaridad. Aquí lo importante era el gesto. Y la continuidad que le dan a sus iniciativas y acciones a lo largo del año. Sin duda Dios provee... de almas y de corazones y escribe muy, muy recto, con renglones torcidos. Os deseo a todos una muy Feliz Navidad. Para mí ya lo está siendo.
Wikio
Comentarios
Camarada Martín, te deseo una feliz navidad en compañía de tus seres queridos y un venturoso año nuevo. Un abrazo y ¡Arriba España!
"Amor_Patrio" (en el foro "Azul Mahón").