Dos tardes de economía: la nueva esclavitud

Las dos tardes de economía que le iban a dar a Zapatero al principio de la primera legislatura se debieron quedar en nada. Es lógico: si a este presidente de coeficiente intelectual nulo le cuesta levantar las nalgas del asiento ante las enseñas de las naciones invitadas a nuestros desfiles, precisamente para conmemorar la hispanidad -por muy americanos que éstos sean - o si la cantante de opereta con la que convive le tiene prohibido dormir fuera de casa, aunque para ello haya que dar plantón a otros líderes europeos, parece razonable pensar que las clases de economía se las fumó del todo y así nos luce el pelo.

La consecuencia de los primeros ejemplos, unidos a alguna que otra chirigota más que “los primeros ministros se gastan entren sí”, según este mequetrefe, es que el mundo entero - el de los cuatro, el de los ocho, el de los veinte y el de los trescientos veinte mil, si los hubiere - se están desternillando de risa al ver como este “clown” se desgañita meneando la manita de marioneta, pidiendo a unos y a otros que nos sienten junto a Bali, a Trinidad y Tobago y a Sierra Leona, en el concierto internacional de las Naciones que pretende reunirse el mes que viene en Washington.

El problema es que la patada en la boca que le han pretendido propinar a él en lo alto del cielo del paladar por bocazas, se la han terminado dando, en el lugar donde la espalda pierde su casto nombre, a todos los españoles. Por su culpa. Por su culpa, por su idiotez, por su majadería y por su permanente sensación de temporalidad que siempre le ha acompañado porque, en realidad, él jamás se creyó que llegase a gobernar, ni mucho menos que pudiese repetir. Claro que no sabía que el autodenominado jefe de la oposición iba a ser el mejor remedo de Chaplin de los últimos 100 años y que se lo iba a poner tan fácil. Es grotesco.

Cuando, en la “férrea dictadura genocida” que acabamos de descubrir - merced a las “rigurosas investigaciones” del Juez de la farándula y de la ley de memoria histórica propugnada por su jefe de filas en el circo – hubo también otro intento de participación activa de España en el concierto de las naciones sin renunciar ni a su esencia, ni a su ser ni a su dignidad e independencia, que se saldó con un desplante menos escandaloso pero igual de desagradable que fue el rechazo de España en la ONU, ese pueblo sometido al “tirano”, seguramente a punta de pistola, bajo amenazas de exterminio colectivo, se lanzó a la calle como un solo hombre - de muchos colores, razas, sexos e ideologías, pero como un solo hombre – para decirle al mundo en general y a los americanos, en particular, que si América tenía ONU, España tenía dos.

Y es que no se trataba de que el “férreo dictador” fuera o no el culpable de tales desatinos; se trataba de que nuestro pueblo tenía a flor de piel y muy presente un concepto, hoy olvidado, porque ni figura en la Educación para la Ciudadanía ni en la Ley de Memoria Histórica: La dignidad nacional. España, roja, azul, verde o amarilla, era, ante todo, España, y ningún norteamericano, venezolano, francés o británico podía venir a orinar sobre nuestro suelo sin respuesta.

Hoy, se despepitan de nosotros, nos burlan, nos ofenden y además, cuentan con la satisfacción interna y la risa, entre bobalicona y estúpida, de todos los opositores y separatistas de España que creen que con esto perjudican a Zapatero.

La consecuencia de lo segundo, lo de fumarse las clases de economía que le prometió Jordi Sevilla (si no recuerdo mal), es todo este disparate al que nos está sometiendo estos días sin que ni oposición, ni empresarios, ni sindicatos, ni ciudadanos, ni inmigrantes legales se hayan enterado aún.

Así que - a ver si lo he entendido bien - la gente que como yo, por ejemplo, llevamos cotizando a la Seguridad Social desde el año 1982 ininterrumpidamente y aún nos quedan otros 21 años más, antes de jubilarnos; que hace once años hemos montado una pequeña empresa que da trabajo a más de 150 empleados , con sus correspondientes familias ; que estamos sufriendo lo que no está en los escritos porque las entidades bancarias, presas del pánico que ellas mismas han provocado con sus especulaciones de alto riesgo, están retirando el crédito del mercado en lo que los analistas llaman “crisis de confianza”, primero y “crisis de solvencia” dentro de un cuarto de hora; que tenemos, en definitiva, menos de 50 años, no vamos a poder disfrutar de nuestra jubilación, en el futuro, aunque por ley tengamos que seguir alimentando ese sistema durante más de 20 años.

Tampoco vamos a poder sostener nuestras empresas hoy, porque el crédito y el riesgo destinado al fomento del tejido empresarial, por parte de la Banca, se retira, como gato que huye del agua, mientras con nuestros ahorros, otra vez, se les garantiza el 15% del PIB de todos los españoles, para asegurar sus pérdidas.

Y ello, gracias a que Zapatero ha descubierto una nueva forma de esclavitud, que se llama inmigración y que consiste en dar papeles para todos, para que todos coticen y sostengan el actual sistema de pensiones, a sabiendas de que en 2020 ni ellos, ni nosotros, podremos recuperar nuestras ansiadas cotizaciones por la vía de la prestación. De hecho, si no fuera por la llegada masiva de inmigrantes, el caos en la Tesorería alcanzaría ya a los jubilados actuales. ¡Y veremos a ver qué hace ahora que sus cotizantes esclavos se quedan sin trabajo y con derecho a paro!

Y mientras tanto, ¿en qué ha empleado su poder y nuestros recursos Zapatero el neoesclavista?: ¡En dárselo a la banca que cierra sus grifos, aprieta las hipotecas, retira el riesgo y el crédito y huye a Bermudas con los pingües beneficios! No se le ha ocurrido hacer una medida de prevención con las familias, con sus hipotecas, con sus subsidios de desempleo o con el sistema de pensiones. ¡No! Prefirió arruinar el sistema en forma de compra de votos por 400 euros, llenarnos de pobres almas desesperadas llegadas en patera, jugándose la vida para competir por un pedazo de pan a precio de tercer mundo con los españoles, hacerlos cotizar a latigazos para sostener el sistema otro ratito y ¡darle la pasta a los bancos!

Como decía el chiste, debidamente parodiado: ¿es para fusilarlo, o no es para fusilarlo?

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