Antonio Tejero Molina: Mi padre (por Ramón Tejero Díez)

Recibo de mi buen amigo, compañero de muchas fatigas, pero sobre todo, de mi director espiritual, mi sacerdote, el hombre que me casó un día de la Hispanidad en la Basílica del Valle de los Caídos, una carta enviada a los medios y publicada el pasado sábado en ABC.es
Ramón, Moncho, como le llamamos los que hemos crecido junto a él, es un sacerdote. Un leal y auténtico sacerdote; eso, para muchos lo dice todo. Conviví con él durante las muchas horas de prisión que precedieron al 23 de febrero, en la denominda Operación Galaxia, y juntos hemos recorrido muchos viajes. Compartí con él sus descubrimientos en el lejano Perú, donde se entregaba con los Siervos de los Pobres a deshacer los desmanes de Sendero Luminoso - terribles donde los haya - y a llevar los Sacramentos hasta donde su exausto cuerpo de entonces se lo permitió. Recuerdo incluso cómo publicamos un reportaje en el dominical de El Alcazar, donde entonces yo trabajaba, a su regreso a España, para terminar sus estudios y ordenarse sacerdote. Naturalemente estuve en su Ordenación, y también antes, cerca de él cuando por medio de Solidaridad Española tratamos de llevar a su padre al parlemento.
Seguí con interés su evolución en Roma, cerca del Santo Padre y viví como propia la organización de los memorables encuentros de Su Santidad con la Juventud del mundo, que a él tocó organizar.
Lo vi recogerse después en su pueblecito de la costa andaluza, a ejercer su Ministerio razonablemente cerca de los suyos. Allí ha sufrido las vicisitudes que acompañan a los hombres inquebrantables, a los que nunca renuncian, a los que jamás flaquean y a los que mantienen firmes sus convicciones y sus lealtades a sus ideales, a su familia, a su patria. De allí lo saqué para que me casara aunque no logré hacerlo de nuevo para que bautizara a mi niña - él y yo sabemos que había buenas razones - y allí sigue peleando día a día con este mundo incapaz de entender de valores.

Y entre esos valores están, por supuesto, la lealtad más absoluta, la afirmación más incondicional de su condición de hijo. Claro que a él, como a mí, le ha debido resultar facil, teniendo unos padres y una familia como la que tiene.

No puedo añadir yo más de lo que él mismo escribe de su padre y de su madre, así que no lo haré; sólo espero contribuir humildemente a la difusión de su hermosa carta. Un abrazo, curilla; que Dios siga guardando vuestros corazones santos y guerreros a un tiempo.


"Aquel 23 de febrero de 1981, muy temprano, salimos de casa... Yo sabía lo que ocurriría... Sin embargo, el silencio era la expresión más simbólica del cariño que se puede dar a un padre que en esos momentos atravesaba unos de los momentos mas difíciles de su vida. Había vivido momentos de angustia, de terror. Noches en vela, acompañadas de desconciertos en una España que los españoles desconocían. Noches de zozobra que acompañaban a un hombre al cargo de las tierras vascas y con el encargo de acabar con el terrorismo... Muertes sin compasión de manos de ETA, traiciones de ideales, injusticias, quejas de viudas, órdenes para quemar una bandera que, después, fue legalizada y que causó tantos y tantos muertos...


Todo era incomprensible para un joven que creció con el dolor, la inquietud, el temor y el deseo irrefrenable de una España coherente... Ese joven era yo, ahora sacerdote de Jesucristo, pero sin dejar de ser hijo de mi padre, del cual me enorgullezco plenamente. Aquella mañana del 23 de febrero acompañé a mi padre a la celebración de la Eucaristía en la capilla que hay frente a la Dirección General de la Guardia Civil. Momentos de silencio, de oración profunda, de contemplación sincera de un hombre creyente que sabía cuál era su deber, que conocía las órdenes recibidas y que no quería por nada del mundo manchar sus manos de sangre (como así fue). Un hombre de uniforme, de rodillas ante el Sagrario y el altar del sacrificio: mi padre. Suponía para mí un ejemplo de gallardía que nadie me hará olvidar, el testimonio fiel de un creyente coherente con el juramento que había hecho años atrás... No había palabras, sólo silencio, recogimiento y oración sincera. Al salir de la capilla, con una mirada penetrante -y me atrevería a decir que trascendente-, contempló la Bandera Nacional y, con voz serena, tranquila y gallarda, me dijo: «Hijo, por Dios y por Ella hago lo que tengo que hacer...». Y, con un beso en la mejilla, se despidió de mí. Un beso tierno de padre, pero que también sonaba a despedida: la despedida de un hombre que teme que no volverá a la vida... y eso pensé yo también.


Y, con el gozo de amar a mi padre con locura, volví a mi casa para acompañar a aquella que simbolizaba -en aquel momento y siempre- los valores de la mujer fuerte de la Biblia: mi madre. Esa gran mujer que ha sabido hacer, de su existencia, una entrega victimal y heroica a Dios, a España y a su familia -valores en los que fue educada a lo largo de todo su vida y que sigue mostrando, en el otoño se su existir, con una entrega amorosa a todos nosotros-. Pasamos la mañana con serenidad... El silencio era la elocuencia de nuestro pesar, mientras que el tiempo se convertía, segundo tras segundo, en el traicionero «reloj» que nos hacía pensar en aquel momento. No sabíamos más ni menos. Realmente, nos dolía España, mi padre y el momento en sí; aunque nos tranquilizaba la certeza, según nos habían dicho, de que el Rey apoyaba y ordenaba tales hechos. Era un acto de servicio más, en un momento crítico, por el cual atravesaba nuestra Patria. Y pasó lo que toda España conoce y lo que los medios transmiten (aunque no con toda la veracidad que debieran). No voy a entrar en polémica... ni quiero, ni debo. Pero sí deseo aclarar algunos puntos que conozco, que siento míos y que viví con intensidad aquella noche. Y deseo hacerlo desde el sosiego, desde la paz que, cada día, me regala Cristo y desde la serena sabiduría de los años que te hacen asentar pasiones y discernir la verdad como realidad de la vida.


No voy a revelar nada del 23F, el silencio de mi padre me obliga a callar. Sin embargo, no puedo dejar en el olvido las grandezas de un gran hombre.


Es por ello que, ante las distintas informaciones y publicaciones de estos días en distintos medios de comunicación, quiero y deseo expresar lo siguiente: mi padre es un hombre de honor, fiel a sus principios religiosos y patrióticos; es coherente y sincero. Es un militar de los pies a la cabeza, consciente de sus responsabilidades, entregado a sus hombres. Es un hombre cumplidor, trabajador hasta el extremo, leal ante el significado de la palabra juramento y fiel al mismo. Es un hombre sereno, sencillo, disciplinado y amante de la verdad. No es violento, ni agresivo. Es templado, sensato, sereno, inteligente y capaz de discernir con coherencia una realidad aparentemente absurda e incoherente como parece que fue el 23F. Es un marido ejemplar. Un padre extraordinario. Un hombre excepcional. Un amigo fiel. Un español honorable y un cristiano sincero y veraz. Mi padre es mi padre. Me duele la falta de información y coherencia. Me duele ver cómo todos aprovechan el «silencio» de un hombre para intentar destruirle... quizá por miedo a su palabra... Me duelen tantos programas y tan poca veracidad...


Quiero a mi padre con locura. Es por ello que ruego y aliento a todos aquellos que creen en la libertad de expresión, para que sean tan audaces y coherentes como para publicar estas pobres palabras que tan sólo manifiestan los sentimientos de un hijo por su padre.


Un hijo que se siente orgulloso de su padre y de que éste se llame: Antonio Tejero Molina.


Ramón Tejero Díez"

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
TENIA YO 15 AÑOS, CUANDO AQUELLO, Y LO RECUERDO COMO SI FUERA AYER MISMO, AUNQUE YA PARA MI CORTA EDAD, YA TENIA MUY CLARO, MIS IDEALES, Y MIS PRINCIPIOS, COMO LOS SIGO TENIENDO HOY EN DIA. TENGO QUE DESTACAR, QUE DESPUES DEL GENERALISIMO FRANCO, Y D. BLAS PIÑAR, NO HA HABIDO OTRO HOMBRE, MILITAR Y PATRIOTA, COMO EL TCOL. TEJERO, FIEL SIEMPRE ASUS PRINCIPIOS, A SUS IDEALES, Y SOBRE TODO, ASU PATRIA, RECIBA PUES, MI MAS DISTINGUIDA CONSIDERACION Y ADMIRACION, PARA EL Y SU FAMILIA.

¡¡ADELANTE ESPAÑOLES, SIN MIEDO A NADA NI A NADIE, POR LA FE Y POR LA PATRIA, LAS BANDERAS EN ALTO, ¡¡VIVA CRISTO REY, ARRIBA ESPAÑA, ADELANTE POR ESPAÑA!!
Anónimo ha dicho que…
LASTIMA QUE AQUELL GOLPE FRACASO,SI HUBIESE TENIDO EXITO,OTRA ESPAÑA NOS CONTEMPLARIA.¡¡ARRIBA SIEMPRE ESPAÑA!!
Anónimo ha dicho que…
Que lástima de españa,que tras la muerte de Franco quedó en manos de demócratas que entraron a saco a sacarnos los dineros y a desmoralizar a la sociedad,a reirse de los Españoles,ridiculizar a los católicos,prohibir las costumbres,mentir sobre el pasado y el presente,sembrar odio y lo peor,han matado la rebeldía.¡¡¡ARRIBA ESPAÑA!!!
Anónimo ha dicho que…
Hola,en mi opinion,el Tte coronel tejero por las circunstancias del momento,le toco vivir esa mala experiencia y pongo por ello en tela de juicio, que detras de este hombre,no haya habido gentes mas infuyentes detras del golpe del 23f.asi que dicho eso sigo sin creerme que solamente tejero,milan del bosch y unos pocos mas fuesen los unicos culpables de ello,algo tan gordo como esto debe estar planeado por mas personas y de mucho mas peso y no precisamente militares ni guardias civiles.quizas algun dia nos enteremos de algo mas,xque hoy todavia muchos seguimos pensando,de que estos pocos que fueron juzgados como golpistas fueron al fin y al cabo unos cabezas de turcos,que por razones que desconocemos siguen guardando silencio.VIVA ESPAÑA,ARRIBA ESPAÑA.

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