Teneos, Señor, que empiezo a repartir
Los desayunos, con Napalm, siempre son mejores. Sobre todo los días en que, como el bueno de Don Camilo - el de Giovanni Guareschi - empiezas la mañana con aquella mítica frase: "Teneos, Señor, que empiezo a repartir", mientras se dirigía con la mirada al Cristo Crucificado que portaba orgulloso al frente de una procesión, que se iba a cruzar con las huestes del entrañable alcalde comunista de la localidad italiana en la que vivían. Hoy no creo que me haya llevado el lobito de oro virtual entre la audiencia...
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