Los pasos perdidos; El Paso encontrado
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Los pasos perdidos. Ediciones Barbarroja |
Editorial al programa Somos libro, de 19 de
febrero de 2019
En esa lucha,
la información es poder y desde tiempo inmemorial, el poder de la palabra, de
la retórica enardecida, de las apelaciones a valores supremos y a los profundos
sentimientos, alimenta la resistencia humana hasta límites que pocos podrían
imaginar.
Sin esa Fe,
sin esos valores supremos recogidos en el verbo escrito de antepasados y
contemporáneos, ni Blas de Lezo, ni El Alcazar ni los Héroes de Baler, hubieran
resistido más de unas pocas jornadas. Hemos visto intentar hacerlo hace poco en las arengas
a la oficialidad venezolana, en jornadas pasadas.
Por eso no
existe civilización que no ejerza un poder omnímodo sobre la información y las
letras, sabedoras todas, de la influencia del verbo y el pensamiento en la
resistencia humana y en sus afanes de lucha.
No hay
contienda que no exhiba en todos sus bandos, un servicio de control del correo
y las publicaciones - de censura, en cada carta, en cada documento que las
retaguardias y las vanguardias se intercambian – que garantice el ánimo de lo
combatientes, la lealtad de los propios, y la seguridad de todos, cercenando
aquellas partes sensibles que ofrecen información estratégica, que horadan la
fe y la lealtad de los de atrás o que cuestionen la posibilidad del triunfo de
los contendientes de delante.
Y tampoco
faltan las herramientas de propaganda que todos realizan “senso contrario” para abatir, engañar, destruir y socavar la
resistencia del otro.
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Alfonso Paso, el supuesto autor del régimen |
Si los
argumentos de mina de voluntades y valores son correctos durante una contienda,
¿son distintos cuando en el surgimiento de un estado nuevo necesita
garantizarse esos mismos valores y esa misma fe, a lo largo del tiempo?
No debe
asustarnos eso, ni debe tampoco usarse como argumento novedoso. En nuestra
reciente historia, cuajada como pocas de alzamientos, pronunciamientos, golpes
de mano, golpes de estado y cuantos circunloquios quedamos dar, la prensa
enemiga y sus autores, han sido sistemáticamente reprimidos, cerrados y
silenciados por el poder constituido. Ni siquiera voy a entrar a valorar la
discusión estúpida de las legitimidades de origen de cada uno de esos poderes,
que tanto aburren ya; me voy a limitar a constatar hechos.
Y hechos son
que la malograda en origen Segunda República española persiguió, cerró,
incendió y secuestro cuantas iniciativas editoriales le pareció oportuno para
preservar los “supuestos valores democráticos” del nuevo régimen. Y no contenta
con ello persiguió con saña hasta terminar asesinando, a la mayoría de
intelectuales, ya fueran consagrados o de vanguardia, a los que consideró
enemigos del régimen. No es intención de este editorial hacer el inventario,
sino constatarlo.
De igual modo,
negar o cuestionar que el Régimen del 18 de Julio, o del primero de abril, que
quizá no sea exactamente lo mismo, hubiera ejercido una censura feroz,
especialmente durante los primeros años, y más moraloide conforme se iban contabilizando años de paz, y de paso,
también más tecnócratas opusinos y
supervivientes de cualquier régimen, en los órganos de poder, sería una falacia
de difícil sostenimiento. Los argumentos sobre la moral de la tropa y la fe en el triunfo, así como la
construcción de una moral acorde al
régimen, seguirían igual de vivos que en cualquier momento pasado de
cualquier contienda.
Sin embargo,
cabría agradecer a este régimen que, al menos, no se asesinaba a los ilustrados
disidentes por escribir, y que el código de conducta a seguir era plenamente
conocido. Podías aceptar y plegarte, podías recomponer y tirar de ingenio, o
podías no escribir e, incluso, emigrar, exilarte y publicar fuera, lo que no
dejaba de ser una notable diferencia con situaciones pasadas.
Si Sánchez
Mazas pudo publicar durante ese régimen "soporífero
y de páramo cultural", como se lo ha calificado, fue por la intervención de
Dios y no por la película que se montó Javier Cercás en su novela; no por la
tolerancia del "muy democrático" régimen republicano, que lo fusiló y al cual
sobrevivió.
Por eso,
autores de mucho prestigio pudieron copar los mas altos puestos y galardones de
la intelectualidad del régimen de abril del 39 y no por ello haber podido
eludir la censura. Error. Eran cosas perfectamente compatibles publicar en casa
y triunfar, con estar sometido al imperio del control cultural e intelectual
del régimen, por mucho que este fuera derivando en un sistema chabacano y
clientelar, lejos de su origen de orden cuasi militar, y donde ya no era tan
importante el control de la disidencia, como el de la argumentación moral del
régimen.
Pruebas de
ello hay a miles, pero de lo que no cabe duda es de que Ramiro de Maeztu o Ledesma
Ramos ya no pudieron volver a publicar, porque estaban muertos y Ramón J.
Sender, Dionisio Ridruejo, Sánchez Albornoz y Sanchez Ferlosio, hijo de
Sánchez Mazas, sí pudieron hacerlo.
Incluso un ser
como José-Carlos Mainer pudo hacerlo antes, durante y después, con independencia
de haber cambiado de bando. Del de su padre, más bien, pero también del propio.
Y pudo vomitar sobre el prólogo de un libro de dos de sus discípulos, los
hermanos Carbajosa - la bilis que se le concentró durante el viaje.
Lo que, en
cambio, llama poderosísimamente la atención es que el hecho de nacer en los
albores de un nuevo régimen – insisto en que no es objeto de este programa
juzgarlo – y haber desarrollado tu carrera intelectual dentro de él, por puras
razones de edad, te adjudique automáticamente la etiqueta de autor del régimen
y, lo que es peor, ello se convierta en justificación más que suficiente para
ser denostado, apartado, y asesinado civilmente, si se me permite la licencia,
de cualquier posición lograda por razón de ese desarrollo intelectual.
Aún más:
sorprende que la discusión sea acerca, precisamente, de si el intelectual sí o
el intelectual no es o fue un adepto a tal o cual régimen y no si era o no era
merecedor del espacio que se reserva a los intelectuales en los países y culturas
donde importa el intelecto y no la ideología. Si es que queda alguno en la
civilización occidental actual: el elogio o la crítica.
Me niego
a aceptar que los periodistas, los entrevistadores, los herederos intelectuales,
los biológicos o ambas cosas de un gran escritor, autor, o músico tengan
primero que acertar a descubrir – unos preguntando y otros respondiendo - si
era o no un adepto a un régimen concreto, antes de responder a su verdadero
valor: el intelectual. Hacerlo nos pone en el terreno de los que ya han ganado
la batalla: solo pasarás la prueba si demuestras no ser del régimen y lo niegas
en público tres veces. Si no, jamás pasarás el umbral de la intelectualidad
democrática.
Pero
regresando al origen de este editorial, me viene sobre la mente la idea primera
del concepto censura. Porque que en las dos etapas descritas la hubo y muy
seria ha quedado probado, pero podría parecer que ello desapareció con el
advenimiento de la llamada democracia del Régimen del 78.
¿Podemos sin embargo,
llamar libertad de prensa, pensamiento y opinión a lo que vivimos en la
actualidad? ¿Es censura la ocultación de autores, de sus obras y el silencio
construido alrededor suyo? ¿entra en ese capítulo la legislación que prohíbe
todo aquello que relaciona con la exaltación del anterior régimen y que baste
para ello una placa en una calle, ganada por méritos intelectuales o
históricos?
Aún más. ¿Es
cierto que la censura y la existencia del propio Régimen supusieron para España
un “páramo cultural” en contraposición a la denominada edad de plata de la disidencia?
Sostengo que
no. Sostengo que cada régimen – así empecé el editorial – tiene su propia
censura y que tan legítimo es revelarse contra unas como contra otras. Que la
censura jamás construye páramos. Antes,
al contrario, desarrolla imaginación e intelecto y que, como afirma Aquilino
Duque, “ha llegado el momento de rescatar
alguna que otra de esas ánimas en pena (…) en vista de que han pasado algunos
años desde el cambio de Régimen, y siguen sin aparecer las obras maestras
prohibidas por la Censura del Páramo”.
Más bien, las
que cuesta trabajo que aparezcan en esta suerte de democracia, son aquellas que
convirtieron en referentes intelectuales a todas esas ánimas en pena en que han convertido a nuestros intelectuales más
insignes.
Hoy nos vamos
a resarcir con nuestros invitados y con las obras que nos presentan. Pero
también con otros muchos autores perseguidos, defenestrados, asesinados
civilmente en la censura democrática.
Hoy vamos a
devolver a los altares del teatro, la literatura, la prensa, la crítica y la
televisión al maestro Alfonso Paso. Y con él, de alguna manera, a otros muchos. A diferencia de
otros programas no nos acompaña él personalmente, pues el autor del régimen desapareció con él, a muy pronta edad, dejando
una obra tan larga y tan intensa, que provocará la vergüenza de cualquier
profesor de literatura actual.
Su querida
hija, su editor, sus prologuistas actuales, harán los honores y con ello
reescribirán - como Paso - en apenas la hora y media que ocupa este programa esa
obra censurada por el Régimen del 78. El Paso encontrado.
Acompáñenos.
Les habla Martín Ynestrillas y esto es Somos Libro
Accede al audio desde este enlace
invitados:
Almudena Paso (HIja del autor)
Miguel Angel
Vázquez (editor)
José Luis
Antonaya (prologuista)
Juan Vicente
Oltra (prologuista)
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